Kelly Suter, nos comparte algunas experiencias del apoyo brindado a Nepal durante los terremotos.
Nepal es, sin duda, uno de los países más bellos que he visto. Un país con mucha cultura de generosidad, respeto y amabilidad. Me maravillo de las personas a las que puedo ayudar aquí en Nepal, pues son personas a las que respeto profundamente.
Llegué a Nepal hace unas dos semanas. Poco después de haber llegado a Kathmandu, salí hacia Dhading Besi, el distrito principal de Dhading que sería mi base. El distrito de Dhading está al Noroeste de Kathmandu y es uno de los distritos que tuvo más daños por el pasado terremoto. El terreno es montañoso y de colinas, con caminos peligrosos a los que la gente se resiste a recorrer. A través de estas colinas y montañas cubiertas de nieve, yacen pueblos que parece penden de un hilo por los paisajes empinados. Las casas por aquí son hechas de piedra. Si bien es pintoresco, estas casas de piedra no soportaron la magnitud del terremoto de escala 7.8. En muchos pueblos sólo quedaron piedras apiladas. La ayuda llega muy lenta debido a la dificultad del terreno que también fue dañado o simplemente se volvió imposible de transitar.
Mi responsabilidad como directora de salud en emergencia, de Dhading, es monitorear la actividad y participación de la unidad médica móvil de Dhading. La unidad médica está compuesta por enfermeras y doctores principalmente americanos, y voluntarios locales que fungen como traductores, secretarios y asistentes médicos. Durante varios días, la oficina local de distrito de salud de Dhading identifica y asigna a la unidad médica móvil el pueblo que todavía no ha recibido ayuda posterior al terremoto. Una vez que la localidad ha sido determinada y que se organizan los suministros, nuestro equipo se traslada al lugar en helicóptero. Permanecemos ahí por dos días atendiendo clínicas de salud, evaluando el daño causado por el terremoto, hablando con los dirigentes de las comunidades para identificar las necesidades y encontrar pacientes que requieran de una evacuación inmediata para llevarlos a un hospital de las ciudades principales.
El primer pueblo que visité con la unidad médica móvil fue Darka, que se localiza al norte de Dhading Besi. Como muchos otros,
Darka fue totalmente dañado por el terremoto. El lugar de salud colapsó, las familias viven en refugios improvisados que no soportarán el periodo de lluvias, se dañó la tubería de agua y hay delincuencia en la zona.
La unidad médica móvil trató a cerca de 200 pacientes en Darka. De estos, 3 necesitaron ser evacuados. El primer paciente fue una niña de seis años que requería de un tratamiento delicado debido a la quemadura de su brazo, pues ya estaba perdiendo sensibilidad de movimiento en la extremidad afectada. El segundo y tercer paciente eran ambas ancianas que se lastimaron seriamente durante el terremoto. Una tenía fractura en la cintura y la otra todo el pie fracturado. A pesar de las fracturas, las dos mujeres seguían atendiendo a sus familiares y trabajando en sus campos, puesto que la sobrevivencia de sus familias depende de ellas.
El equipo médico móvil llevó a los primeros dos en helicóptero hacia Dhading Besi mientras yo me quedaba para ir con los pacientes en otro helicóptero hacia Kathmandu. Mientras nuestro helicóptero despegaba, Lalmaya -una de las ancianitas- empezó a llorar. Ante la imposibilidad de hablar su idioma, lo único que pude hacer fue acércame a ella y sostenerle la mano. Dejó de llora, pero me agarró fuertemente de la mano en todo el trayecto hasta Kathmandu. Después de bajar a los pacientes del helicóptero y pasarlos a un vehículo, tomé una botella de agua de mi mochila y se la di a Lalmaya mostrándole que tomara de ahí y se la pasara a los demás. Ella me miró y lentamente negó con la cabeza. Pensé que estaba enojada por algo que no había hecho bien y estaba esperando que se empezara a quejar, pero sólo puso el agua en su regazo y empezó a llorar cubriéndose la cara con sus manos. Poco después, se descubrió
su cara, tomó mis dos manos con las suyas y las empezó a besar. Después me jaló para ponerme sus manos en mi cara. Si bien no hablamos el mismo idioma, sé muy bien lo que me decía cuando sostenía mi rostro con sus manos. Nunca olvidaré su gesto de gratitud.
Después de llevar a cada paciente al hospital y de convencer a Lalmaya que soltara mi brazo para dirigirse a los rayos X y que yo me pudiera ir, finalmente llegué al vehículo y regresé a Dhading Besi. Los días siguientes eran días libres para la unidad móvil, pero era 12 de mayo. Estar en Nepal los días después del terremoto, nos acostumbró al estrés diario y difícilmente éramos conscientes de ello. Pero cuando el segundo terremoto sacudió Nepal y la tierra empezó a temblar esa tarde creciendo en intensidad a cada momento, entonces recobramos conciencia del hecho. Un miembro del equipo médico empezó a gritar que saliéramos todos del edificio. Una vez afuera nos detuvimos para reagruparnos y pudimos ver cómo el siguiente edificio se balanceaba de un lado a otro. Nos unimos al resto de la gente de Dhading, corriendo y gritando por las calles hasta que nos alejamos de los edificios y llegamos a un terreno abierto. Entonces esperamos.
Después de un tiempo, regresamos pero tuvimos que correr nuevamente por otro temblor. Todo Dhading Besi estaba en caos, la gente empacando para irse a las colinas prefiriendo el peligro del camino que morir aplastados por los edificios. Después del tercer temblor también decidimos dejar el edificio. Nos movimos a un campo de cabras. A las 3 de la mañana, un terremoto de magnitud 6.1 pegó a Nepal y nos despertó violentamente. Una cosa es pasar el terremoto de pie, y otra cosa muy distinta es estar acostada y durmiendo mientras que de improviso escuchas el crujir del suelo con violencia y sientes el temblor, esto es algo que te desorienta y da miedo.
Antes del segundo terremoto, ignoramos los ruidos de las pocas réplicas, pero ahora el azote de una puerta, el ruido y vibración de un camión en la calle e incluso el sentimiento de pérdida del equilibrio nos produjo un shock que nos dejó quietos. Todos contamos con una mochila de emergencia donde tenemos nuestro pasaporte, y dormimos con algo que nos permita levantarnos rápido y correr por las calles. En definitiva, tenemos un mejor conocimiento y respeto profundo de lo que ha estado pasando la gente de Nepal.
Desde afuera, la ayuda que se da parece heroica, pero desde adentro se ve todo distinto. Es un privilegio y un don ser la persona que está aquí para brindar esperanza y ayudar a sanar el sufrimiento. Si bien me puede ocasionar fatiga y dolor corporal, al mismo tiempo, me llena de vida, energía y de un propósito mayor.
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Artículo traducido del original en inglés «Kelly Suter: first report from Nepal» en http://live.regnumchristi.org/.