Evangelio: Mc 6,30-34
En aquel tiempo, los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. El les dijo: «Vamos solos a un lugar deshabitado, para descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer. Se fueron, pues, en la barca, ellos solos, a un lugar deshabitado. Pero los vieron alejarse y muchos, al reconocerlos, fueron allá por tierra desde todos los pueblos, llegando incluso antes que ellos. Al desembarcar, vio Jesús un gran gentío, sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Fruto: Soy cristiano, también durante las vacaciones.
Pautas para la reflexión:
Verano, vacaciones, descanso… Son las palabras más frecuentes de estas semanas. Como seres humanos, después del trabajo, del esfuerzo en los estudios, queremos disfrutar de unas merecidas vacaciones, unos días tranquilos, de descanso, de reposo. Jesús nos da una lección muy apropiada para estos días en el Evangelio de hoy.
1. La imagen humana de Jesús
Los apóstoles acaban de regresar de sus primeras andanzas apostólicas. Han caminado por los polvorientos senderos de Judea predicando el Reino de Dios, curando a muchos enfermos y preparando el camino para la predicación de Jesús. Regresan contentos, pero también cansados. Son como nosotros: después del trabajo, del esfuerzo, de la lucha, queremos descansar. Jesucristo, como hombre verdadero, también debió sentir esa necesidad de descansar. El Evangelio nos muestra un detalle muy hermoso de su personalidad: detecta el cansancio de sus apóstoles, y quiere darles unos días de descanso. Sabe que los hombres necesitamos descansar, y les invita «vamos a la otra orilla… de vacaciones, a reponer las fuerzas gastadas durante el intenso trabajo». ¡Qué humano eres, Jesús! ¡Qué bien conoces a este hombre al que has venido a salvar!
2. Apóstol a tiempo completo
Suben a la barca e inician sus vacaciones, vacaciones para los apóstoles y también para Jesús. Pero cuando llegan a su destino, se encuentran a una gran multitud, ansiosa de escuchar la predicación del Maestro. ¡Qué dilema! Los apóstoles quieren descansar, Jesús también, pero aquellos hombres y mujeres desean escuchar la palabra de Jesús, tienen habre y sed de Dios. El amor que tiene Jesús por los hombres es mayor que su deseo de descansar. Y empieza a enseñarles con calma y delicadeza, las maravillas del amor de Dios. Su corazón humano que experimenta el cansancio, experimenta con más fuerza el amor al hombre: quiere hacer el bien, hacerme el bien, y no le importa si para ello tiene que olvidarse de sí mismo, prescindir de sus gustos, incluso legítimos, y darse por entero a mí. Agradezcamos a Jesucristo este amor desinteresado, e imitémosle, también en estos días de nuestro merecido descanso.
Propósito: Serviré con alegría y desinterés a mi familia durante estas vacaciones.