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Noticias

Cuando en Navidad te dedicas a amar

Publicado el 3 agosto, 2015
Artículos de opinión

Adviento es un tiempo sobre todo que debe preparar nuestro corazón, para hacer una experiencia viva, llena de gratitud y admiración, de Jesús.

Por el P. Dennis Doren, LC.

Adviento, es un tiempo especial, no solo por los preparativos externos como son los adornos, los regalos que tengo que comprar o estoy comprando. Adviento es un tiempo sobre todo que debe preparar nuestro corazón, para hacer una experiencia viva, llena de gratitud y admiración, de Jesús, El Hijo de Dios, que viene a hacer morada entre nosotros, que viene a quedarse y a vivir con nosotros. Esta fiesta nos debe llevar a hacer una verdadera experiencia de Amor, porque Navidad es Amor. Es el Amor de Dios que decide hacerse uno de nosotros y traernos el perdón y la Paz, cómo no vivir la Navidad con el verdadero sentido, cómo dejarnos distraer, por los adornos, por los regalos, por la ropa que debo ponerme estos días, etc. Vive estos días preparativo con la mirada puesta en Belén, esa cueva sencilla y cálida, que una vez más nos quiere abrir sus puertas para dejarnos pasar y darnos un poquito de lo que hay dentro, Amor. Mucho amor.  Les comparto esta historia de esta señora, una señora como tú que en estos días te afanas por comprar y comprar.

Yo estaba en San Francisco, a pocas semanas de Navidad.

Las tiendas ya comenzaban a quedar coloridas, llenas de luces, árboles con bolas relucientes, pesebres mecanizados, que daban vida al nacimiento del Niño Jesús.

Después de las compras, multitudes esperaban impacientemente los buses e tranvías al  fin de la tarde, para el retorno a sus casas.

Casi todo mundo cargaba pilas de paquetes de los más diversos formatos y tamaños y el cansancio era tanto que yo comencé a preguntarme si los innumerables amigos y parientes merecían en realidad aquellos presentes y tanto sacrificio.

Ese no era el espíritu de la navidad que yo deseaba y que yo creía. Por fin, fui literalmente empujada para dentro de um tranvía abarrotado.

La idea de quedar allí incómoda, mal acomodada, con los paquetes que pesaban y resbalaban de mis brazos, hasta llegar  a casa, se fue tornando insoportable. Lo que yo daría por un lugar sentada.

A medida que algunas personas fueron descendiendo, conseguí respirar mejor y comencé a observar los  otros pasajeros.

Vi a un niños pequeño, con una sonrisa brillante, tirando la manga de la blusa de una señora y preguntando: – ¿Se quiere sentar?.

Cargando parte de sus paquetes, él la llevó hasta el asiento vacío más próximo, y partió en busca de otra persona cansada.

Así que un codiciado lugar surgía, ese niño rápidamente se empeñaba en medio de aquella masa humana para buscar una señora cargada de paquetes y la llevaba hasta el asiento.

Finalmente, cuando sentí aquella manito frágil, en mi propia manga, ya estaba completamente fascinada por el niño.

Él me tomó por la mano y con una sonrisa de la cual jamás voy a olvidar dijo, tomando parte de  mis paquetes: – Venga conmigo.

Apenas tuve tiempo de agradecer, pues él ya partía en busca de alguien más para ayudar.

Los pasajeros del tranvía, que en general viajaban mirando para el frente y evitando las miradas de los vecinos, comenzaron a cambiar sonrisas.

Una joven señora comentó conmigo el cansancio que sentía, y tres personas se bajaron al mismo tiempo para tomar uno de sus paquetes que cayó al suelo.

En poco tiempo, las personas conversaban. Aquel niño había realmente cambiado en algo el ambiente tenso y cansado.

Todos nosotros nos sentíamos envueltos en un tenue sentimiento de calidez, y el trayecto restante transcurrió con serenidad y placer.

No vi descender al niño. Cuando mire él ya no estaba ahí.

Al llegar a mi parada, salté del tranvía pisando en las nubes y hasta deseé sinceramente al conductor  “Feliz Navidad”.

Por primera vez percibí como las casas de mi calle estaban hermosamente iluminadas y pensé en reunir a los vecinos para un té antes de fin de año.

Yo me sentía de bien con el mundo, feliz con los presentes que compré y con la alegría que ellos darían  a las personas a quienes se los regalaría.

Y, de repente, la Navidad dejó de ser una estresante fiesta de consumo, para adquirir su verdadero sentido. Un momento de Paz, Alegría y mucho Amor, pues comprendí que este Amor era el que Jesús nos venía a dar cada 24 de diciembre.

Una vez más era un niño que, con su gesto de amor, anunciaba nuestra verdadera vocación: AMAR.

Disfruta esta navidad, recuerda que si festejamos el nacimiento de Jesús, es para agradecer a Dios su presencia, su cariño y sobre todo el Amor tan grande que ha dejado en los corazones de cada uno de nosotros.

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