«Que el confesor sea también un “canal de alegría”»
El pasado 4 de marzo los legionarios de Cristo de tercero de teología finalizaron el XXVII curso sobre el foro interno organizado por la Penitenciaría Apostólica y tuvieron la oportunidad de saludar al Santo Padre después de una Audiencia en la Sala Regia.
Durante su breve intervención en la Audiencia, Francisco dijo: «La posibilidad del perdón está verdaderamente abierta a todos, es más, está abierta de par en par, como la más grande de las “puertas santas”, porque coincide con el corazón mismo del Padre, que ama y espera a todos sus hijos, de modo particular a los que más se han equivocado y están lejos. La misericordia del Padre puede llegar a cada persona de muchas formas: a través de la apertura de una conciencia sincera; por medio de la lectura de la Palabra de Dios que convierte el corazón; mediante un encuentro con una hermana o un hermano misericordiosos; en las experiencias de la vida que nos hablan de heridas, de pecado, de perdón y de misericordia».
Más adelante dijo: «El sacramento de la Reconciliación es, por lo tanto, el lugar privilegiado para experimentar la misericordia de Dios y celebrar la fiesta del encuentro con el Padre». También dijo: «Cuando, como confesores, vamos al confesionario para acoger a los hermanos y a las hermanas debemos recordarnos siempre que para ellos somos instrumentos de la misericordia de Dios. Por lo tanto, estemos atentos a no poner obstáculo a este don de salvación. El confesor es, él mismo, un pecador, un hombre siempre necesitado de perdón; él, en primer lugar, no puede renunciar a la misericordia de Dios, que lo ha “elegido” y lo ha “constituido” (cf. Jn 15, 16) para esta gran tarea. A la cual debe disponerse siempre con una actitud de fe humilde y generosa, teniendo como único deseo que cada fiel pueda experimentar el amor del Padre».
Terminado el discurso, el papa Francisco saludó como de costumbre a los cardenales, a los obispos presentes y a los organizadores del curso. «Posteriormente tuvimos la sorpresa de que los participantes del curso comenzaron a pasar por fila a saludar al Papa. Yo era uno de los primeros y ciertamente venía preparado para agradecerle por todo lo que hace por nosotros, pedirle por algunas intenciones y presentarle un apostolado de una familia del Movimiento en México», comenta el H. Sebastián Rodríguez.
«Más o menos mis palabras a él fueron: “Santo Padre, quería pedirle el favor de que rece mucho por mi familia… Además, quería presentarle este apostolado que lleva un matrimonio del Regnum Christi de México…», y le expliqué brevemente en qué consistía. Esta familia intentó sin éxito, en Filadelfia y en México, entregarle una carta dirigida al Santo Padre con el documento llamado “Nuestro Proyecto” (explicación del apostolado). Les ofrecí intentar entregárselo sabiendo que iba a tener esta Audiencia. El apostolado surge tras constatar la, cada vez más creciente, ausencia de los padres de familia en las vidas de los niños y su influencia en la sociedad. Los miembros de este apostolado buscan revertir esta situación y lo hacen a través de conferencias y acompañamiento familiar, ayudando a muchas familias a unirse al proyecto, formando grupos de familias que se ayudan entre sí a vivir y promover con el ejemplo los verdaderos valores familiares. Están convencidos de que eso llevará a un enriquecimiento para la formación de sus hijos y repercutirá en bien de la sociedad», explica el H. Sebastián.
El programa del curso incluía las ponencias de diversos sacerdotes y obispos que trabajan en la Penitenciaría Apostólica, entre ellos el P. Pedro Fernández Rodriguez, O.P. que impartió una conferencia titulada «El confesor: testigo privilegiado del amor misericordioso de Dios»; Mons. Juan Ignacio Arrieta, prelado canonista de la Penitenciaría Apostólica, habló sobre las censuras, las irregularidades y los impedimentos a la atención del confesor y del penitente; Don Paolo Carlotti, S.D.B. expuso el tema de la formación de la conciencia moral en el sacramento de la reconciliación; y Don Roberto Dotta, O.S.B, abad de la abadía de San Pablo Extramuros, explicó los aspectos litúrgicos y espirituales de la celebración del rito de la penitencia. La lectio magistralis inaugural y la conclusión corrieron a cargo del Card. Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor.
El Papa recordó en su intervención: «Es importante, por lo tanto, que el confesor sea también un «canal de alegría» y que el fiel, después de recibir el perdón, ya no se sienta oprimido por las culpas, sino que guste la obra de Dios que lo ha liberado, viviendo en acción de gracias, dispuesto a reparar el mal cometido y yendo al encuentro de los hermanos con corazón bueno y disponible». Y finalmente, exhortó a los presentes: «Queridos hermanos, en este tiempo nuestro, marcado por el individualismo, por tantas heridas y la tentación de encerrarse, es un auténtico don ver y acompañar a las personas que se acercan a la misericordia. Esto comporta también, para todos nosotros, una obligación aún mayor de coherencia evangélica y benevolencia paterna; somos custodios, y nunca dueños, tanto de las ovejas como de la gracia».