El día sábado 16 de abril fueron ordenados diáconos Francesco Picaro, LC y Giovanni Malgaroli, LC por Mons. Franco Giulio Brambilla, obispo de Novara, en la Basílica de Gozzano dedicada a San Giuliano. A la celebración eucarística acudieron los familiares, amigos, los novicios legionarios de Cristo de Gozzano, un grupo de la sede de la dirección general y del centro de estudios superiores. Concelebraron varios sacerdotes legionarios, entre ellos los padres Hernán Jiménez, rector de la comunidad de teólogos del Centro de estudios superiores y el P. Ignacio Sarre, rector de los religiosos en formación de la Sede de la dirección general. También concelebraron algunos sacerdotes diocesanos.
En la homilía Mons. Brambilla recordó: «Francesco y Giovanni provienen del regazo de esta diócesis y es hermoso que sea el obispo diocesano el que los ordene». Y pasó a describir que: «Ser diáconos no es un incidente más en el recorrido, sino un carácter que permanece para toda la vida. Sabéis que la palabra diácono quiere decir servidor y que Jesús se autodefinió diácono, pero me parece que podemos distinguir dos características, al menos así lo sugiere la Palabra de Dios de este cuarto domingo de Pascua: La dimensión apostólica y la dimensión pastoral. La dimensión apostólica anunciada en la primera lectura y la dimensión pastoral en la segunda y la tercera».
En el desarrollo de la dimensión apostólica del diácono dijo: «Es necesario permanecer, como diáconos, como servidores, en la dimensión apostólica. Se nos presenta en el capítulo 13 este cuadro del método apostólico de Pablo, el cual comenzaba: a) en las grandes ciudades, b) desde aquello que había, en las sinagogas el sábado y predicar, porque al hermano hebreo que llegaba de afuera se le concedía el derecho de la palabra para predicar durante la liturgia de la sinagoga el sábado. Y Pablo aprovecha rápidamente esta oportunidad. Entra desde dentro y, a través de la explicación de la Escritura, hace el salto cristiano. Esto indica cómo debe ser nuestro apostolado. Un apostolado que es capaz de entrar en las circunstancias de la vida de las personas, y también en las formas religiosas instituidas por la tradición, y llevarles a Jesús desde dentro».
También dijo: «El tema del libro de los Hechos de los apóstoles es siempre aquél de un éxito contrastante […] El contraste está en el hecho de que los paganos se alegraban y glorificaban la Palabra del Señor, mientras que los notables de la ciudad incitaron la persecución y los expulsaban de su propio territorio», y después añadió: «El Evangelio en cuanto anunciado, el apostolado en cuanto ejercido, produce siempre una doble reacción que es: la de la semilla que cae en la tierra y no produce fruto, sobre el tipo de terreno negativo; o que cae y produce fruto, sobre el tipo de terreno positivo».
Mons. Brambilla, dirigiéndose a los ordenandos, resaltó un aspecto particular de la dimensión apostólica con estas palabras: «En este tiempo que os separa del ejercicio pleno del ministerio del sacerdocio debéis aprender a ser apóstoles que son capaces, por un lado, de sumergirse en la harina para hacerla crecer desde dentro, como la pasta, vivir en medio de las personas, y por otro lado, hacer que esta vida de las personas sea como un pan crujiente que asume el sabor del Reino, del Regnum Christi. El Regnum Christi no se da sino dentro del Regnum hominis, porque si no es un reino que pasa por encima de las cabezas, tiene necesidad del sabor de lo humano. Es necesario ser capaces de decir, como desde hace muchos años sostengo, la palabra cristiana dentro del alfabeto de la vida humana. Para aprender el alfabeto de la vida humana debemos hacer como hizo Jesús, quien por treinta años estuvo en silencio, dentro del lenguaje de los humanos, y todo aquello que dijo después no fue otra cosa sino el Reino de los Cielos es semejante a una mujer, a un pastor, a un pescador… Esta cosa sorprendente es el corazón del apostolado… Ser apóstoles quiere decir ser enviados dentro de lo humano».
Después, hablando de la segunda característica, el ser pastores dijo: «En este cuarto domingo de Pascua, el domingo de las vocaciones, el domingo pastoral por excelencia del año […] Habéis escuchado también el pasaje del libro del apocalipsis que habla del Pastor que guía a sus ovejas a las fuentes del agua de la vida […] El pastor, como dice el evangelio, debe conocer a sus ovejas, debe ponerse en condición de escuchar y de hacer escuchar su voz […] Ser pastores es lo que hace que los otros sean capaces de abrir el oído. En una sociedad de las imágenes el audio se ha hecho débil. Debemos crear espacios de escucha. El espacio de escucha no es fusionarse, sino que constituye una diferencia. Que a través de mi voz se escuche el Buen Pastor. A través de esta diferencia, esta relación pastoral que no absorbe al otro, sino que lo hace crecer, lo guía».
Finalizó su homilía refiriéndose al ejemplo de Jesús: «Esta es la dimensión pastoral, no es sólo la de estar cerca de la gente y de realizar formas de proximidad, también, pero formas de proximidad que hacen crecer. Jesús es diácono precisamente en esto: «Yo estoy en medio a vosotros como uno que sirve». Está en el medio, no lejano. Jesús es el centro y está en medio como uno que sirve. Sirve a los corazones de los hombres para llevarlos al misterio de Dios».
Al terminar la celebración eucarística la mamá del P. Giovanni dijo: «Para nosotros es una gran alegría. Una gracia que hemos recibido gratuitamente, porque nosotros no hemos hecho nada para tener una gracia así de grande. Y también una gran responsabilidad, porque ciertamente él será sacerdote, pero nosotros somos responsables de su sacerdocio, de su vida de sacerdote». Luigi Malgaroli se refirió al inicio del recorrido de su hijo y dijo: «Después de los primeros seis meses de amarguras iniciales, esta jornada es la coronación de tantas oraciones que he dirigido a la Virgen María que me hubiese concedido esta posibilidad de ver a mi hijo llegar a la primera parte de su misión en la vida».
El P. Giovanni compartió algo de su experiencia vivida durante la celebración: «Me ha dado mucha serenidad durante la ceremonia el saber que había tantas personas acompañándome con la oración. La participación de tantos sacerdotes me ha hecho sentir acogido, viví este momento con mucha serenidad de decir: no estoy aquí solo, me abandono al Señor y hay tanta gente que me está esperando con los brazos abiertos. Me ha ayudado el saber que no estoy solo».
El papá del P. Francesco dijo al final de la celebración: «Recuerdo que una vez en una confesión, el sacerdote que confesaba, cuando supo que yo tenía un hijo con los legionarios, me dijo que era un gran don de Dios el ser padre de un sacerdote. Me dio mucho gusto entonces y ahora lo confirmo, es un gran don de Dios». La hermana del P. Francesco también compartió su experiencia: «Cuando Francesco se fue al seminario fue, como las cosas grandes de la vida, una prueba. Por una parte hubiera querido que escogiera un camino más cercano, por aquí en Novara. Siempre hemos orado por él, yo estaba segura de que había escogido escuchando su corazón. Recuerdo las cartas que nos enviaba cuando estaba en el seminario, antes de que hubiera la posibilidad de llamarlo por teléfono, las leíamos en casa después de cena y no veíamos la hora de que llegara la próxima carta de Francesco. Estoy feliz por él porque siento que es su camino».
El P. Francesco compartió un momento significativo para él durante la celebración eucarística: «Durante las letanías de los santos ha sido un momento especial, porque sientes la presencia de quien te ha precedido en este camino de seguir al Señor, de quienes han hecho una gran diferencia en la vida. Cuando escuchas resonar ciertos nombres como Francesco, como Domingo, tantos santos que han hecho temblar al mundo y han hecho conocer a Jesús, les pides a ellos la ayuda y la gracia de poder hacer lo mismo en la medida en la cual el Señor te lo pide, en el puesto que Él ha pensado».