El P. Jacob Dumont, LC, desempeña su labor pastoral en Lousiana (USA), recientemente compartió algunas de sus experiencias en la pasada misión de evangelización de Semana Santa en Haití. El presente texto es una traducción publicada en nuestro portal en inglés bajo el título «Seeing the Face of Christ this Holy Week«.
En la Semana Santa de este año tuve la oportunidad de regresar a Haití por segunda ocasión en Puerto Príncipe. Fui con otros 20 misioneros, muchos de ellos de Louisiana donde actualmente desempeño mi labor pastoral. Estas misiones las organiza Juventud Misionera, uno de los apostolados del Regnum Christi al servicio de los más necesitados.
El Domingo de Ramos nos unimos a las Misioneras de la Caridad y a cientos de lugareños para la Misa en su propio idioma. Posteriormente iniciamos la misión en el orfanato que dirigen las Misioneras de la Caridad. Ayudamos a dar de comer y a dedicarles tiempo de calidad a los bebés del orfanato. También organizamos algunos juegos para los niños más grandes. Esto lo repetimos los demás días de la Semana Santa. Era difícil no ver la mano de Dios durante estos días, abriéndonos los ojos para verlo en medio de cada persona que encontramos. Recuerdo vivamente un momento en que tuve que cargar a un bebé y sus ojos me vieron con ternura, una mirada que llegó hasta mi alma. ¡Cómo no ver a Cristo en esas miradas! Era una invitación a la generosidad para dar más de nosotros mismos y entregar Su amor a los demás.
El miércoles fuimos a la casa de los moribundos que también dirigen las Misioneras de la Caridad. Aquí los misioneros dedicaron tiempo para jugar juegos de mesa con muchos de los pacientes, y dedicaron tiempo también para platicar con las mujeres y los niños ahí presentes. Todos agradecían vivamente que les hayamos visitado; sin embargo, nos dimos cuenta que quienes estábamos más agradecidos éramos nosotros por esta experiencia donde recibimos más de lo que pudimos dar.
El Jueves Santo viajamos a la iglesia de la Inmaculada Concepción, afuera de Puerto Príncipe, para ayudar en trabajos manuales de remodelación de la iglesia, así como en organizar actividades para los niños del lugar. Esa tarde tuvimos la misa ahí con ellos. Al día siguiente nos levantamos muy temprano para rezar el Viacrucis con los lugareños. Caminamos entre 6 y 8 kilómetros reflexionando y rezando las estaciones de la Cruz. Cuando nos dimos cuenta habíamos estado caminando por 3 horas…, y acompañados por mucha gente del pueblo, entre jóvenes y ancianos y algunos niños. Recuerdo una mujer como de 90 años que a cada estación trataba de arrodillarse para rendir homenaje al Señor sin importarle el calor ni los dolores de su cuerpo. ¡Nos dio un gran testimonio de fe a todos los misioneros!
Ir de misiones de Semana Santa a Haití nos abrió los ojos para encontrar al Cristo sufriente y sediento. Y su sed no es de lo material sino sediento de encuentro, de cercanía. Sentí que durante la misión ayudé a calmar un poco esa sed, no por lo que hice, sino por lo que le permití hacer a través de mí. Me dejó ver su rostro y dejé que me mostrara su misericordia.