El 21 noviembre, fiesta de la presentación de la Santísima Virgen María, el Card. Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor, dio inicio a la celebración del XXV Aniversario del Pontificio Colegio Internacional Maria Mater Ecclesiae de Roma con una celebración eucarística en la capilla del Colegio. Participaron en la celebración el padre Óscar Turrión, rector del PCIMME, el padre Juan Manuel Dueñas, que fue el primer rector del Colegio, los demás miembros del equipo de formadores y algunos exalumnos y sacerdotes invitados.
Al inicio de la celebración eucarística se recordó brevemente la historia del Colegio y los frutos que, gracias a Dios, se han recogido a lo largo del primer cuarto de siglo. Hasta la fecha se han formado en el Colegio 1170 seminaristas, entre quienes se encuentran 890 sacerdotes y 5 obispos provenientes de 266 diócesis de 57 países del mundo. El Card. Piacenza en su homilía agradeció a Dios y reflexionó sobre lo que estos frutos concretos del Colegio representan para la Iglesia. También animó a los presentes a buscar siempre la cercanía a Cristo para que el contacto con Él se transforme en una vida coherente con el Evangelio y una pastoral exigente frente a las necesidades de tantas almas sedientas del amor de Dios.
En el marco de las celebraciones de los 25 años de la fundación del Colegio, el 26 de noviembre 16 seminaristas recibieron el ministerio del acolitado y 25 el del lectorado en una misa presidida por Mons. Vittorio Lanzani, delegado de la Fábrica de San Pedro, en la Capilla del Coro de la Basílica de San Pedro, junto a María Inmaculada, madre de los sacerdotes, y en presencia de las reliquias de san Juan Crisóstomo, reconocido también por su doctrina sobre el sacerdocio
Mons. Lanzani, después de ponderar la importancia de los ministerios en el camino hacia el sacerdocio, exhortó a los presentes a acoger el don que recibían y a vivirlo con verdadera entrega y amor a Cristo y a la Iglesia.
El 4 de diciembre el padre Eduardo Robles-Gil presidió una celebración eucarística en acción de gracias a Dios por este aniversario. Durante la homilía hizo referencia a la liturgia del segundo domingo de Adviento y recalcó que Dios interviene en la pequeña historia de cada uno, le manifiesta su amor misericordioso, lo llama a la conversión y le invita a participar de su vida divina. «Le damos gracias a Dios en este día por todos los sacerdotes que se han formado en este Colegio y que hoy son instrumentos de la misericordia de Dios para tantas almas», dijo el padre Eduardo. «Que sea el Espíritu quien guíe nuestra vida. Somos testigos y ministros de la misericordia y de la redención. Somos sus instrumentos. Agradecemos también a María, la madre de la Iglesia, la madre de este Colegio, porque Ella siempre ha estado con nosotros y nos ayuda. Ella nos enseña a acoger al Señor en nuestra vida», concluyó el padre Eduardo.
Al finalizar la celebración Kevin, seminarista de la diócesis siro-malabar de Chicago, Estados Unidos, comentó: «El Mater Ecclesiae me ha permitido profundizar en la necesidad que como futuro sacerdote tengo de cultivar una relación íntima de amor con Jesús. En estos años de formación he aprendido que sin este encuentro diario con Él no puedo dar nada a mis parroquianos, me daría a mí mismo. Las oraciones de la mañana, la celebración matutina de la eucaristía, me ayudan a percibir que el punto de partida de mi día como seminarista y como futuro sacerdote es Cristo, y este encuentro diario de amor con Él es el que me llena de fuerzas para darme a los demás, para servir a la Iglesia».
«Otro aspecto en el que el Mater Ecclesiae ha enriquecido mi formación sacerdotal es el de la disciplina. El tener un horario, el aprender a programarme, a priorizar mis responsabilidades y ser disciplinado en estos aspectos me da confianza en que después podré llevar adelante, con responsabilidad, mis obligaciones como párroco al frente de las personas que Dios quiera confiarme», dijo Kevin. Y añadió: «Durante estos años también he aprendido que los formadores están a nuestra disposición para ayudarnos, y yo siempre he notado un esfuerzo sincero por parte de ellos para ayudarnos a ser mejores sacerdotes y hombres de Dios, pero que en última instancia la formación depende de lo que yo quiera aprovechar de ella».
«El encuentro con la diversidad de culturas ha sido, para mí, el más grande don y bendición de Dios y también una cruz grande. Siempre hay que hacer un esfuerzo por compartir, por conocer lo que agrada o desagrada en otras culturas, aprender la riqueza de cada una de ellas. A veces, en las conversaciones, también compartimos y conocemos los retos y las dificultades que experimenta la Iglesia en otras partes del mundo y esto nos lleva a intensificar nuestra oración, a sentir y sufrir con la Iglesia que sufre y a prepararnos lo mejor posible para responder a los retos propios de este mundo que parece que se aleja de Dios. Me consuela el ver que Jesús nos une. Él debe ser nuestro punto de partida y nuestro punto de llegada», comentó Kevin.
Durante los siguientes meses se seguirán teniendo eventos en el Pontificio Colegio Internacional Maria Mater Ecclesiae en el marco de los festejos del aniversario.