El proyecto de construcción de una escuela católica en Boucandrice, Haití, emprendido por los miembros de Juventud Misionera de los Estados Unidos, está a unos meses de concluir y se prevé que su primer ciclo escolar inicie en Pascua. Sobre esto nos habla el P. Michael Mitchell, LC
El P. Michael es capellán de Juventud Misionera en USA, nos cuenta en esta entrevista el desarrollo del proyecto y lo que para él y para los jóvenes han significado las misiones humanitarias y de evangelización en Haití.
Padre Michael, ¿cuándo iniciaron las misiones de Juventud Misionera en Haití?
La primera misión fue unos meses después del terremoto del año 2010 y acudió un grupo de jóvenes de Juventud Misionera de los Estados Unidos acompañado por Paola Treviño, consagrada del Regnum Christi.
Una vez llegados a Haití se encontraron con las Misioneras de la Caridad y establecieron con ellas la manera de colaborar juntos en la evangelización y en la ayuda humanitaria necesaria.
Desde entonces unos 1200 jóvenes de Estados Unidos han visitado Haití para ayudar a las personas más necesitadas y para llevarles el mensaje de amor de Jesucristo.
Ordinariamente cuando vamos de misiones a Haití centramos nuestra atención en un orfanato y un hospital que dirigen las Misioneras de la Caridad.
Ayudamos en esos lugares dando de comer a los niños y a los enfermos y llevándoles una palabra de aliento y de esperanza. Al mismo tiempo los jóvenes han ayudado con la construcción y remodelación de algunas capillas de la zona que visitamos.
¿Cómo surgió la idea de construir una escuela en Haití?
Sobre esto, gracias a Dios y con el paso de los años, hemos ido contando con más jóvenes que desean ofrecer su tiempo y sus talentos al servicio de las personas de Haití.
De 10 misiones que hacíamos en los primeros años hemos pasado a más de 30 misiones anuales con grupos mixtos de entre 15 y 30 jóvenes.
En los últimos años hemos estado trabajando en Boucandrice, un pueblo situado a las afueras de Puerto Príncipe. Hemos encontrado un gran apoyo por parte del párroco que atiende a 7 comunidades de la zona.
No todas las comunidades tienen capillas ni escuelas, así que nos planteamos la posibilidad de ofrecer a la parroquia y a las personas la construcción de una escuela católica y de una capilla.
Veíamos, sobre todas las necesidades, que la educación de los niños es un medio eficaz para romper con el círculo de la pobreza en el que viven muchas personas.
Hay muchos grupos, especialmente protestantes, que han construido escuelas en Haití, así que constatamos la necesidad de ofrecer a la parroquia una ayuda en la formación católica de las personas.
¿Qué pasos dieron después para poner en marcha el proyecto?
Los misioneros que acuden periódicamente a las misiones iniciaron entre ellos una red para conseguir fondos e invitar a otros jóvenes a sumarse al proyecto.
En poco tiempo, gracias a Dios, pudimos disponer de un terreno para la escuela y recaudamos el dinero necesario para iniciar los trabajos de construcción.
Nos dimos cuenta de que en los alrededores del terreno del colegio no había agua potable y la gente recorría largas distancias para conseguirla.
Así que decidimos construir también una cisterna dentro del colegio para que los niños y las personas de la zona pudieran contar con agua potable.
Las personas de Boucandrice nos han agradecido la decisión de contratar una compañía de Haití para la construcción del colegio, pues se han generado puestos de trabajo mejorando así la situación económica de algunas familias.
Los profesores que esperamos contratar para el colegio, unos seis o siete, también serán originarios de Haití. La escuela San José está ahora en las últimas etapas de construcción.
Recientemente los miembros de Juventud Misionera organizaron una campaña de recaudación para comprar los escritorios, los pizarrones y el material escolar y en marzo irán algunos jóvenes a pintar la escuela que por ahora tendrá seis aulas grandes y algunas dependencias pequeñas, suficientemente grande para las necesidades actuales del pueblo.
La diócesis se encargará de la administración de la escuela y Juventud Misionera continuará apoyando con la evangelización.
El tercer paso que tenemos pensado llevar a cabo es la construcción de una capilla junto al colegio.
¿Cómo han vivido los jóvenes de Juventud Misionera todo este proceso?
Juventud Misionera es uno de los apostolados que más ha crecido en los Estados Unidos.
La misión de Juventud Misionera consiste básicamente en invitar a los jóvenes a ser apóstoles misioneros de Jesucristo, algo que es muy propio de nuestro carisma.
Hemos encontrado que cuando un joven es invitado a salir de su propia casa, de su pueblo, de su ciudad y de sus propias comodidades, se pone la camiseta de Juventud Misionera y se convierte en un apóstol por una semana.
Los jóvenes que hemos llevado a Haití han sido tocados por una experiencia fuerte de Cristo. Han visto la pobreza de la gente, el sufrimiento de los niños y los enfermos que están por morir y necesitan un mensaje de esperanza y de amor.
Experimentan la necesidad que las personas tienen de encontrarse con el amor misericordioso de Dios. Cristo toca el corazón de estos jóvenes en medio de esas situaciones y ellos sienten que no pueden quedarse indiferentes.
En una semana de misiones han percibido que ser apóstoles es algo posible, que ser apóstol es una misión a la que el mismo Cristo les está invitando y que le da un sentido nuevo a sus vidas.
Se dan cuenta que pueden ser felices viviendo su vida al lado de Cristo y entregados a los demás.
Son jóvenes que se identifican como misioneros, como apóstoles y sienten el deseo de ir cambiando, poco a poco, su mundo: sus hogares, sus lugares de trabajo y estudio, etc.
En este sentido, creo que el hecho de contar con jóvenes así significa también un don para la Iglesia en los Estados Unidos.
¿Qué experiencia le ha marcado particularmente a usted durante las misiones?
Ante todo la experiencia de la misericordia de Dios. Me he dado cuenta de que el hombre de hoy necesita sacerdotes misericordiosos. Puedo decir que un sacerdote misericordioso es un sacerdote feliz y a él se acercan las almas.
También he percibido la necesidad que tiene el sacerdote de tener un corazón abierto que pueda acercarse a cualquier persona. En Haití tuve la primera experiencia de acercarme a unos leprosos.
Humanamente mi primera reacción fue la de querer huir. Sin embargo, el poder acercarme a ellos, abrazarlos y atender sus heridas ha sido, al mismo tiempo, lo más difícil y lo más hermoso de mi vida.
Es poder tocar a Cristo que sufre de esa forma.
Después de haber estado en Haití rodeado de personas que experimentan una gran pobreza regreso a los Estados Unidos y tengo contacto con personas que gozan de cierto bienestar económico. Pienso que el legionario debe pisar estas dos realidades para lograr ser un puente entre ellas.
La mayor parte del tiempo de misiones la dedico a administrar los sacramentos. He podido bautizar a varios niños que estaban a punto de morir y administrar la unción de los enfermos en el hospital.
También está el hecho del contacto con los propios misioneros que cuando acuden a la confesión llevan una serie de preguntas existenciales generadas por la experiencia de las misiones y necesitan procesarlas, dialogarlas.
En este sentido también es admirable el trabajo de las consagradas del Regnum Christi, Katelyn Moroney, María Corona y Jana Crea, que llevan Juventud Misionera en los Estados Unidos y se dedican a la organización de las actividades y a la atención personal de las misioneras.
Es una gracia muy grande poder ver a las diversas vocaciones del Regnum Christi trabajando juntos en esta causa.
Esperamos, con la ayuda de Dios, seguir llevando la alegría de ser cristianos a los más necesitados.