El 26 de febrero 33 religiosos de las comunidades de teología del Centro de estudios superiores y de la Sede de la dirección general recibieron el ministerio del acolitado en una celebración eucarística presidida por el P. Eduardo Robles-Gil, LC.
Durante la homilía el P. Eduardo comentó: «La liturgia de hoy nos habla de nuestra pertenencia a Dios. Pertenecemos a Él porque Él nos ha hecho suyos. Y lo menciona la primera lectura claramente cuando dice que aunque una madre se olvidara de su pequeño, Dios no se olvida de nosotros, porque somos suyos. Hay una consagración que Dios ha hecho de nosotros, nos ha hecho suyos, nos ha elegido, nos ha llamado y hoy, al instituirlos acólitos, los llama a decirle ‘sí’ para que estén al servicio de la liturgia, al servicio del culto».
Refiriéndose al evangelio del día añadió: «Cuando Dios nos escoge podemos tener la misma tentación a la que se refiere el evangelio o la que podría tener el que se queja así: «mi Señor se ha olvidado de mí». Y sentir esa impotencia, esa soledad, ese desvalimiento frente a las necesidades, a los agobios, a las desgracias de cada día. Sin embargo, estamos en las manos de Dios. Un ejemplo muy bello y gráfico es el de la naturaleza que se renueva, que es bella y florece sin que nadie que no sea el Señor la esté cuidando. Y dice que si esto pasa con las plantas que perecen, cuánto más estaremos nosotros en el corazón y en la mente del Padre celestial».
Más adelante, comentando la frase «nadie puede servir a dos señores», del evangelio de san Mateo, comentó: «Hay un solo señor. Un solo Señor que nos ha consagrado y que nosotros hemos aceptado. Nos consagramos a Él y le decimos que sí, que Él es nuestro único Señor y que nosotros somos sus siervos. Él es nuestro dueño. Y porque le pertenecemos vamos dando pasos en la configuración y en la identificación con Él». Después añadió: «A ustedes los hizo siervos de su Palabra al hacerlos lectores. No tenemos, entonces, una sabiduría nuestra; proclamamos la sabiduría de Dios. Pone su palabra en nuestro corazón. Y ahora los instituye acólitos y nos recuerda que nuestra vida es una liturgia y que estamos aquí para darle culto a Dios, que es Señor y Dios nuestro. Hemos sido escogidos para dar gloria a Dios al servicio del altar, al servicio de los sacramentos. Y luego los hará diáconos y los pondrá al servicio de los demás. De esa manera Dios nos va configurando con Él. Pone su palabra en nuestra mente y en nuestro corazón, nos hace comprender que somos para Él, que somos suyos, hechos para su gloria y para los demás».
El P. Eduardo concluyó la homilía con estas palabras: «Agradezcamos a Dios esta consagración que Él ha hecho de nosotros. Agradezcamos que Él nos vaya transformando, que nos vaya dando sus dones, que se vaya poniendo en el centro de nuestro corazón. San Pablo dice que lo que se espera de quienes han sido constituidos administradores de las cosas de Dios es que seamos fieles. Que siempre apuntemos hacia Dios nuestro Señor, que le tengamos a Él en el centro».