El P. Víctor Ramírez, LC, nació el 10 de febrero de 1986 en Pereira, Colombia. Ingresó al Centro Vocacional de la Estrella, Antioquia, en noviembre de 1998. Se trasladó a España con su familia y terminó el Bachillerato. Ingresó al candidatado, en Salamanca España, en julio de 2005 y allí hizo su noviciado y estudió humanidades. En sus prácticas apostólicas trabajó como Instructor de formación y auxiliar del ECYD en el Colegio Everest de Madrid. Cursó la Licenciatura en Filosofía, la carrera de Teología y un Máster en Psicopedagogía en Roma, donde también colaboró como catequista y en el ECYD del Colegio Highlands de Roma. El 17 de agosto de 2019 recibe el orden del diaconado a manos de Mons. Rigoberto Corredor Bermúdez, Obispo de Pereira, y será ordenado sacerdote en Roma el 2 de mayo de 2020.
¿Por qué eligió ser sacerdote?
En realidad, no fui yo quien lo eligió. Sólo he intentado desde mi infancia hasta hoy responder a ese misterioso deseo de seguir a Cristo y de entregarme a los demás. La pregunta que surge, es ¿Por qué Dios me eligió a mí? Creo que la respuesta más adecuada sería: por amor. Así intento vivir cada día, redescubriendo ese llamado y respondiendo humildemente en mi entrega cotidiana. Quiero ser sacerdote por dos motivos: el amor de Jesucristo y el deseo de ayudarle en la salvación de las almas.
¿Cómo quiere que sea su sacerdocio?
Quiero que sea un sacerdocio de amor libre y servicio desinteresado.
¿Quién es para usted un sacerdote?
Es un hombre de Dios para los demás. Un humilde siervo elegido, ungido y enviado por Dios para servir a los demás en la Iglesia través de su ministerio. Un puente entre Dios y los hombres, administrador de su perdón y sus gracias. Pero ante todo deber ser un hombre profundamente enamorado de Jesucristo que ha asimilado sus mismos sentimientos y desea mostrar su rostro misericordioso a las almas que se encuentre.
¿Cuáles momentos de su vida y de su historia personal lo llevaron a pensar en el sacerdocio?
Ante todo, desde niño me ha maravillado contemplar lo que Dios ha hecho por mí y siempre he querido que los demás descubran ese tesoro de su amor. A este deseo añado la búsqueda existencial de respuestas de mi juventud, acentuada por la pérdida de un gran amigo y la necesidad de construir un mundo mejor.
Una vez jugando billar y arreglando el mundo con una cerveza, un amigo me preguntó ¿Y tú qué haces por los demás? De regreso a casa esta pregunta daba vueltas en mi cabeza y se insinuó el sacerdocio como inquietud. Siempre he considerado que la vida es una aventura “algo loca” y merece la pena jugársela por Alguien y por algo que realmente merezca la pena. Nada produce más vértigo que firmar un cheque en blanco a Dios y dejarlo todo. Mi corazón joven consideró el seguimiento de Cristo, la vida religiosa y el sacerdocio en la Legión como esa locura de amor que te da plenitud y es fuente de la auténtica alegría que todos buscamos.
A lo largo de estos años seguramente habrá vivido momentos difíciles y otros maravillosos, cuéntenos algo de ellos.
Los momentos de despedida y separación de mi familia, de alguna novia y muchos amigos entre lágrimas y abrazos han sido siempre una renuncia que he ofrecido al Señor. En ciertos momentos caminando por algunas ciudades, viendo el mal que avanza y algunos problemas de la Iglesia he sentido la tentación del desánimo y la duda sobre si es posible realmente cambiar algo. En otros momentos, especialmente al final de mi formación, he sentido el peso de la cruz y mi fragilidad hasta preguntarme si realmente podría cumplir mi misión. En todos estos momentos Dios se ha hecho presente y me ha recordado que el protagonismo le pertenece a Él y que no me llama a ser un superhéroe sino a confiar en su gracia.
Momentos maravillosos recuerdo con cariño muchas horas ante el sagrario mirando cara a cara a Dios y algunos rosarios bajo las estrellas. También encuentros con personas necesitadas en las que he podido escuchar a Dios y momentos de convivencia con hermanos que se han convertido en verdaderos amigos. Además de esto, el cansancio alegre de trabajar con adolescentes y de ver como la gracia de Dios actúa silenciosamente en las almas.
¿Qué ha sido lo que más le ha ayudado en su vocación?
La humildad para dejarme ayudar, la oración y la vida Eucarística. La honestidad para ponerle nombre a los problemas, la cercanía de amigos y superiores, la relación filial con María mi Madre y la confianza de saber que mi vida está en manos de Dios y que el Bien, la Verdad y la Belleza siempre vencerán.
Un Santo para imitar
San Agustín, San Pablo, Madre Teresa de Calcuta.
¿Cuál será su destino como diácono?
Instructor de formación y auxiliar del ECYD en el Colegio Cumbres de Medellín.
¿Qué le gustaría aportar como sacerdote a la familia del Regnum Christi?
Frescura, dinamismo, espíritu de familia y mi experiencia del amor de Cristo. Un deseo ardiente de evangelizar proponiendo la belleza y alegría del mensaje cristiano que es capaz de romper esquemas y cruzar fronteras. La confianza en un carisma que es obra de Dios y que realmente te puede cambiar la vida. Una sonrisa y mi disponibilidad a tender la mano a los más necesitados.