Por José Pablo Poblete, LC
El día 3 de mayo algunos religiosos del Colegio Internacional y de la Sede de la Dirección General vivimos en primera persona la experiencia de Cristo que nos revela una nueva parte del amor de su Corazón.
Al recibir el ministerio del acolitado viene puesto en nuestras manos el don de custodiar y distribuir la Eucaristía. Dios mismo, por pura bondad, acepta estar en nuestras manos y valerse de ellas para llegar a todas las personas. «La experiencia personal de su amor, que se nos revela de modo especial en su Sagrado Corazón, es el punto de partida indispensable para recorrer cada día nuestro camino de entrega» (CCG 2020, 62).
Cristo, como amigo íntimo de cada uno, es el que nos ha tomado de la mano para seguir acercándonos con esperanza al don del sacerdocio y para aumentar más el fuego de nuestra alma por la salvación de los hombres.
En este don del acolitado la mirada también va a María. Ella tuvo en sus manos a Cristo, lo cuidó, lo hizo dormir en sus brazos, y tuvo tantos otros gestos propios de una madre. Es una gran oportunidad para el alma del acólito conversar con María y aprender de ella a cómo tratar la Eucaristía».