Los Galardones Alter Christus con los que el Regnum Christi quiere poner en valor el servicio de los sacerdotes a la Iglesia y a toda la sociedad, reconocieron este año 2020 la dedicación y entrega a la Pastoral Social de Don José Luis Segovia Bernabé. Josito, como le conocen sus amigos, es un sacerdote bregado en el mundo de esas periferias existenciales en las que no faltan la cárcel, las drogas y la delincuencia… Donde “el Reinado de Dios no es una conquista mía, sino una humilde -en lo poco que llego- colaboración a algo que el buen Dios construye mucho mejor que yo y que culminará -de un modo que ahora me resulta incomprensible- con éxito en la otra orilla”. En esta entrevista concedida al sitio web del Regnum Christi de España, comparte sus experiencias en la justicia restaurativa con gente de Vallecas, pero también con presos etarras, cómo debe ser la relación con los necesitados, la encomienda que le dio el Cardenal Suquía cuando le ordenó, cómo fue su vocación o cómo es su vida de oración.
¿Cómo fue aquel encuentro fuerte con el Señor del que habló en la entrevista para los Galardones Alter Christus? ¿Y cómo le dijo Él que le quería sacerdote?
Constituye un acontecimiento imborrable del qué beber en momentos de duda o desesperanza. Es inenarrable, da pudor verbalizarlo, pero me ha otorgado para siempre una firmísima convicción: saber cuál es tu lugar en el mundo y que ese lugar es “vocacionado”, que eres convocado por Alguien más grande, más fuerte que tú. Traté de borrar esa experiencia inútilmente. Aguanté en la “resistencia” varios años, pero finalmente me derrotó. Se me impuso y constituye una experiencia a la que vuelvo en momentos de crisis para recuperar bríos y “en tu nombre y por tu Palabra volver a echar las redes”.
En la recepción de los Galardones comentó un aspecto hermoso de la pastoral social: que precisa un enfoque de los necesitados no como destinatarios de una ayuda, sino como “amigos con los que compartes” lo que para ti es importante. ¿Cómo hacer eso? ¿Cómo descubrió eso?
Lo descubrí cuando mi amigo Tomás, al que yo había ayudado a salir de sus problemas legales y con las drogas, se empeñó -sin tener el graduado escolar- en ayudarme con la tesis doctoral que yo tenía que defender en un momento mío de bajón anímico. Aprendió la “letra torcida” (cursivas), la “grande” (mayúsculas) y la “manchada” (negrita) y corrigió cientos de notas a pie de página. El cariño, la caridad, la amistad cuando son auténticos son bidireccionales. Jesús toca y cura, pero también se deja tocar y se admira de la fe de algunos personajes sorprendentes. El Papa Francisco nos habla de la amistad con los pobres, de esa complicidad que bebe del querer y ser querido… Atreverse a ponernos a tiro del cariño de las personas excluidas lo cambia todo. Nos pasa lo mismo con Dios.
También destacó que la Iglesia en estos tiempos de pandemia ha ayudado mucho a los más necesitados, ¿cuál ha sido la clave de que esto haya sucedido, según su experiencia?
Probablemente todos nos hemos sentido vulnerables y urgidos por las necesidades de los más pobres. Eso ha sacado lo mejor de cada cual. Entonces hemos abandonado las tonterías y las aburridas disputas de sacristía y hemos salido “todos a una” en auxilio de quienes demandaban ayuda urgente. Hemos conseguido ser simplemente la Iglesia de Jesucristo, renunciando a nuestros logros particulares. Ha brillado el amor de Dios volcado a través de personas e instituciones muy diferentes, pero en la comunión que provoca una misión vivida como apremiante y con poco margen para perder el tiempo en chorradas.
Forma parte del equipo de Repara, la oficina de la diócesis de Madrid para la atención y acompañamiento a víctimas de abusos sexuales, de poder y conciencia en la Iglesia o en otros ámbitos. Y es un conocedor de la justicia restaurativa, una realidad poco difundida en España. ¿Qué es la justicia restaurativa, y qué aporta a los procesos de reconciliación, reparación y sanación de las víctimas y de todos los afectados por un abuso?
La justicia restaurativa es un modelo de matriz evangélica. Suele conocerse como la justicia de las tres “erres”: Responsabilización del infractor, Reparación del daño causado a la víctima, Restablecimiento del diálogo social y la convivencia en paz quebrados por el delito. Es una justicia pensada desde las víctimas. No para defenderse de ellas como demasiadas veces hemos hecho en la Iglesia, sino para mirarlas a los ojos, hacerse cargo del infierno que padecen e iniciar un camino de sanación, complejo ¡pero felizmente posible!
¿Y cómo se introdujo usted en la justicia restaurativa? ¿Cuál ha sido su experiencia?
El primer caso con adultos en España se dio en la parroquia de San Buenaventura de Vallecas en la que yo estaba. Salió en los medios. Luego se ha ido formalizando y generalizando. Un joven discapacitado de una familia muy desestructurada que me hacía de monaguillo se “empiruló” con pastillas y alcohol y robó un coche a su dueño que resultó ser el catequista de los prematrimoniales. En unos meses se verían en el Juzgado y ¡los tenía a los dos en la Eucaristía! “No sea así entre vosotros”. José le pidió perdón a Vicente. Este le recriminó y le hizo darse cuenta de las consecuencias. Pactamos por escrito que el chaval le lavaría el coche durante tres fines de semana a modo de compensación. El juicio fue una sorpresa para el juez y el fiscal. El verdadero abogado defensor fue la víctima del delito que llegó a enojar al juez con sus alegatos en favor del acusado. Luego se generalizó y Pastoral Penitenciaria católica lo asumió. También he participado en encuentros restaurativos entre ex miembros de ETA y víctimas del terrorismo (viudas sobre todo de asesinados). En algún caso, el ex miembro de la banda terrorista llevó al cuello la cruz del guardia civil asesinado y el familiar de la víctima ha llevado mientras vivió la cruz de madera del preso. Ambos se intercambiaron las cruces. “El terrorismo supuso una cruz como una losa, pero hay otra cruz que nos abraza y reconcilia a los dos”, le dijo la víctima. [Para más información sobre este tema, se puede consultar este artículo de don José Luis Bernabé titulado “La cárcel, ¿lugar de reconciliación? Consideraciones desde la justicia restaurativa”. El artículo tomado de E. Pascual (coord.) “Los ojos del otro” Edit. Sal Terrae, 2014].
También está comprometido en diversas organizaciones civiles y cristianas de apoyo a los sectores más marginados de la sociedad. ¿Qué tipo de trabajo desarrolla en organizaciones como: Asociación Apoyo, Coordinadora de Barrios, Inmigrapenal…?
Ahora mismo realmente muy poco. Pero han sido espacios no confesionales de la sociedad civil en los que he estado muy activo como profesional del Derecho y de la Criminología. Cuando me ordenó sacerdote, el Cardenal Suquía me dijo: “Tienes la ventaja de que puedes tener un pie dentro de la Iglesia y otro fuera. Mantente así. Con los dos dentro, estamos muchos. Con los dos fuera no eres Iglesia. Utiliza tu formación para mantener ese difícil equilibrio. No renuncies a él”. Eso he tratado de hacer. Por eso iba a los juicios con la Biblia y la Ley de Enjuiciamiento Criminal.
El Papa Francisco habla sobre redescubrir el sentido de la fraternidad en la encíclica ‘Fratelli Tutti’: “La fraternidad no es sólo resultado de condiciones de respeto a las libertades individuales, ni siquiera de cierta equidad administrada. La fraternidad tiene algo positivo que ofrecer a la libertad y a la igualdad”. A partir de su experiencia, ¿Qué sentido cobra esta palabra y cómo vivir hoy estas palabras del Santo Padre?
Creo que la fraternidad cristiana no es mera filantropía, ni bebe de un “yo” autista, ensimismado en una libertad estéril, que enseguida convierte el culto a la autonomía en terrible soledad y de ahí se despeña a la perdida de esperanza. La fraternidad supone dejar de hablar en primera persona singular (“yo”) para pronunciarla en plural (“nosotros”), con la clara conciencia de que eso solo lo hace posible “El”. La fraternidad ofrece a la libertad y a la igualdad, calor, esperanza y sentido.
¿Cómo es la vida de oración de un sacerdote tan entregado específicamente a los más necesitados? El Papa Francisco cita al beato Carlos de Foucauld en la Fratelli Tutti, y la sintetiza en “Ruegue a Dios para que yo sea realmente el hermano de todos”.
Claramente es una oración que no tiene el sosiego ni la dedicación que debiera. Pero experimento en ella al Señor mismo que me sobrevuela con su infinita ternura y que me presiona amorosamente para tratar de realizar su sueño. El silencio en medio de los ruidos de la ciudad y la contemplación de las huellas de Dios en las vidas rotas, unas veces me sosiega, algunas me subleva, otras me interroga y me genera conflictos, pero siempre es fuente de gracia y me recuerda que el Reinado de Dios no es una conquista mía, sino una humilde -en lo poco que llego- colaboración a algo que el buen Dios construye mucho mejor que yo y que culminará -de un modo que ahora me resulta incomprensible- con éxito en la otra orilla.