Rogers es una pequeña ciudad donde habitan alrededor de diez mil personas y está ubicada en el condado de Hennepin, Minnesota, Estados Unidos. Ahí nació Michael Sester, sacerdote Legionario de Cristo desde el 31 de mayo, a los 30 años de edad, y quien actualmente se encuentra en el territorio de Chile como director del ECYD La Dehesa e instructor de Formación en el Colegio Everest en Santiago.
El Padre Michael Sester es el mayor de una familia de cuatro hermanos, de los cuales uno de ellos también es Legionario. Para él, el apoyo de sus papás fue fundamental ya que siempre se sintió apoyado por ellos a medida que hacía su discernimiento vocacional. Si bien sintió el llamado a los diez años, fue cuatro años más tarde cuando finalmente decidió seguir el llamado de Dios en la Legión de Cristo en el Centro Vocacional de New Hampshire.
La ceremonia de su ordenación fue presidida por Mons. Ned Schlesinger, obispo auxiliar de Atlanta, y se realizó en la Iglesia Holy Vietnamese Martyrs en Atlanta, Georgia. A los pocos días de la ceremonia, el Padre Sester comentó que “Dios es grande y merece nuestra fe y confianza. En estos primeros días de sacerdocio me he sentido como un espectador de todo lo que hace Dios”.
El camino de discernimiento del P. Michael Sester, LC
“Estaba en adoración Eucarística en nuestra parroquia en Rogers, Minnesota, orando y pensando en mi futuro. Quería vivir una vida simple, normal, sin complicaciones, no con demasiadas riquezas, tener hijos y estar muy cerca de las personas que amo, la vida de un buen padre. Yo tenía once años en ese momento, creo. Luego miré a Jesús en la Eucaristía y dije: «Voy a ser sacerdote». Si eso no tuvo sentido para ti, fue aún menos para mí en ese momento, pero lo dije de una manera tan definitiva, y tan inesperada que mis pensamientos se congelaron. Lo miré, hubo una larga pausa y pensé: «¿Qué? ¡No! ¡Por favor! No». Entonces, me sentí un poco atrapado con eso, aunque tampoco era un sentimiento completamente negativo. Sentí que me miraba de una manera muy profunda y penetrante.
Después de eso, hubo una larga lucha interior. Intenté con todas mis fuerzas olvidar o desacreditar ese momento, pero no pude y es difícil explicar por qué. Fue un poco dramático, pero luché con esa decisión durante un par de años. Cuando la canción, «Yo, el Señor del Mar y el Cielo», la cantaban en la misa, yo no pronunciaba la parte que dice: «Iré, Señor». Mirando hacia atrás, es increíble cómo Dios toma los deseos más profundos de nuestro corazón y sabe cómo transformarlos y satisfacerlos de maneras más profundas de lo que podemos imaginar, si lo dejamos conducir.
Obviamente terminé en el seminario, pero al mismo tiempo, no estaba totalmente seguro de mi vocación. Después de unos años en él, recuerdo que me sentí frustrado con Dios y le rogué que me dijera si realmente quería que fuera sacerdote. Otras personas dejaron el seminario y yo estaba celoso de que supieran que no era para ellos, pues yo no sabía con certeza si era para mí.
¿Entonces qué? Todo esto puede sonar un poco negativo, pero Dios estaba cavando profundamente en mi corazón y tenía buenas personas a mi alrededor para ayudarme a caminar hacia adelante.
Hubo un momento importante durante mi último año en Cheshire (cuarto año del seminario mayor) cuando estaba pensando mucho en la vida matrimonial y realmente me atrajo, ya que es algo tan bueno y hermoso. Fui a la oficina de mi superior y hablé mucho de eso. Empujé y empujé hasta que dijo: «Está bien, empecemos a hablar de eso». Se refería a hablar de la posibilidad de que mi vocación fuera al matrimonio. Me asombró un poco. Creo que necesitaba escuchar eso, porque me di cuenta de que una parte de mí, una parte profunda, quería ser sacerdote y que no era tan fácil tirarlo todo por la borda. Normalmente la gente habla de tirar todo por la borda para entrar al seminario, pero en ese momento cambió todo. Es como si la puerta se abriera para que me fuera en paz (siempre estaba abierta) y miré hacia afuera y la cerré lentamente, pero esta vez porque yo lo quería así.
Otro momento importante llegó durante los ejercicios espirituales en mis últimos años de teología antes de mi profesión de votos perpetuos. Hubo un momento de oración en el que me sentí muy libre. Dios no me estaba obligando a hacer nada. Él podría llenar mi vida de significado tan bien como un hombre casado y sin ningún resentimiento. Entonces me di cuenta de que no solo me lo decía en mis momentos de duda, pues quería que yo lo eligiera por amor. Dios respeta nuestra libertad. Su amor es demasiado grande para dejarnos sentir coaccionados. Él invita, luego decidimos.