El 15 de septiembre, Solemnidad litúrgica de la Virgen de los Dolores, el P. John Connor, LC, envió una carta a los Legionarios de Cristo recordando que nuestra Madre nos ha acompañado con tanto cariño durante estos años de purificación y renovación.
Por ello, y retomando la comunicación del 2021, en donde se hace una invitación a una mayor conversión de vida, a una autentica conversión del corazón a los caminos nuevos de Dios, en esta comunicación se aborda un nuevo tema que es central de nuestro carisma y misión: el legionario apóstol según el Corazón de Cristo.
A continuación, publicamos el texto íntegro de la carta.
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¡Venga tu Reino!
Roma, 15 de septiembre de 2022
Nuestra Señora de los Dolores
A los legionarios de Cristo
Muy estimados en Jesucristo:
Les saludo con mucho gusto en esta solemnidad de Nuestra Señora de los Dolores. Nuestra Madre nos ha acompañado con su cariño maternal durante muchos años de purificación y renovación. Nos ha enseñado, del mismo modo que lo hizo con Juan y los demás apóstoles, cómo seguir a su Hijo Jesucristo con humildad, amor y esperanza.
Hace un año les escribí una carta sobre el hombre nuevo invitándoles a una mayor conversión de vida. Una auténtica conversión abre el corazón a los caminos nuevos de Dios y nos ayuda ver con ojos de fe la acción providencial de Dios. Esta llamada a la conversión incluye una sana integración de nuestra historia personal e institucional. Ver nuestra historia con ojos de fe y un corazón renovado es esencial para responder libremente al Espíritu Santo, «mirando hacia adelante y avanzando con determinación».
Ahora quisiera dar continuidad a la carta del año pasado con un tema que es central en nuestro carisma y misión: el legionario apóstol según el Corazón de Cristo.
El legionario apóstol en la cultura de hoy
Después de visitar varias comunidades legionarias en nueve países, durante el último año, me he quedado con dos impresiones. La primera es que a casi todos les pesa la cultura en la que nos toca ejercer nuestro apostolado; una cultura que promueve valores agresivamente anticristianos. La segunda es que, al mismo tiempo, hay en los legionarios un ardiente deseo de vivir nuestro carisma, contrarrestar las influencias seculares de la cultura actual y ofrecer a las personas la misericordia sanadora de Cristo. Como director general les quiero animar a todos a aceptar el reto de ser miembros vivos de la Iglesia, ayudándole a cumplir su misión. Cada diócesis, cada congregación, cada cristiano tiene su propio papel en esta tarea. A nosotros también Dios nos ha confiado nuestra parte. ¿Cómo vamos a responder a este desafío?
Nuestra Congregación y toda nuestra familia espiritual ha pasado por muchos años de discernimiento y autoanálisis que nos han llevado a una formulación más purificada de nuestro carisma. Todo ello con el fin de hacernos instrumentos más auténticos y eficaces en las manos del Señor. Como decía en mi carta del año pasado:
Todo este trabajo personal y comunitario nos preparará para la gran misión que tenemos por delante. El hombre de hoy y de siempre necesita ver, escuchar y aprender de otros hombres que han sobrevivido las pruebas de la vida; apóstoles, como los primeros doce, que han sufrido como ellos y que han perseverado en la batalla de la vida» (Carta del 15 de septiembre de 2021).
¡Y qué batalla! Pareciera como si todos los días hubiese nuevas manifestaciones del espíritu maligno. La cultura está saturada de ideologías que intentan subvertir el orden moral, social, económico, político y también eclesial. Estas ideologías no solo ponen en cuestión la fe, sino la misma naturaleza humana. Intentan desfigurar la institución de la familia y engañar a los jóvenes que no tienen la formación necesaria para navegar en medio de las corrientes turbulentas de estas ideologías. Nos proponen soluciones erróneas a problemas reales; nos hacen esclavos bajo el pretexto de hacernos libres.
Ahí entra el legionario apóstol. Dios nos llama a sembrar los valores del Evangelio y proponer al mundo la verdadera humanidad que nos ha revelado Jesucristo. Como Legión, que pertenece constitutivamente al Regnum Christi (cf. CLC 1, 2.º, EFRC 3), desde nuestro nacimiento nos encontramos como parte del impulso del Espíritu Santo en su Iglesia para hacerla viva y presente en estos tiempos. Nuestra parte ha sido y es la de ayudar a la Iglesia y al Papa por medio de la formación de apóstoles, líderes cristianos que siembran los valores del Evangelio en el mundo de acuerdo con el modo de pensar, ver y sentir del Corazón de Cristo. Queremos crear y hacer crecer comunidades de apóstoles por medio del Regnum Christi y, junto con ellos, establecer las instituciones y emprender las acciones que más contribuyan, en profundidad y en extensión, a construir el Reino de Cristo en la sociedad (cf. CLC 4, 2º).
Hace casi dos años publicamos el plan del sexenio, Apóstoles según el Corazón de Cristo, precisamente para definir las prioridades que nos permitan cumplir esta misión. Con una Legión fortalecida y renovada en su identidad y misión, podemos apoyar a la Iglesia como Dios quiere. Nuestra espiritualidad, comunión y misión son una parte de la respuesta de Dios a las necesidades profundas de la Iglesia y de la sociedad. Estoy convencido de que si cada legionario cree en ese plan de Dios y lo vive en el entorno donde se encuentra, la batalla espiritual se inclinará a favor de las fuerzas de la luz.
Ser legionario es ser apóstol según un estilo propio
Nada de lo que acabo de escribir debe ser nuevo para ustedes. El horizonte programático y prioridades de Apóstoles según el Corazón de Cristo tampoco contiene ideas nuevas o estrategias innovadoras. Al contrario, la visión que quisimos pintar es una Legión que vive la esencia de su identidad de manera purificada, renovada y fortalecida. Es decir, una Legión que refleja fielmente lo que la Iglesia nos confió cuando aprobó nuestras Constituciones. Lean, por ejemplo, el número tres de las Constituciones detenidamente:
- La vida en la Congregación, como lo expresa su nombre «Legionarios de Cristo», conlleva una entrega total a Dios y a los hombres, en un cuerpo unido y organizado. Experimentando el amor de Jesucristo, el legionario comprende y siente la urgencia de:
1.º centrar toda su existencia en Cristo por medio de un amor real, personal, viril y apasionado a Él;
2.º vivir una caridad auténtica como Cristo la testimonia y la predica en su Evangelio;
3.º anunciar a todos el amor misericordioso de Dios y llevarlos al encuentro redentor con Cristo.
Este número habla de conceptos claves para nosotros: entrega total, unidad, urgencia, amor a Cristo, caridad auténtica para con los demás, y la misión de anunciar la misericordia de Dios. ¿Quién de nosotros no se apasiona al meditar estas palabras? ¿Qué más necesitamos para captar el sentido de nuestras vidas?
Los primeros capítulos de las Constituciones contienen los elementos esenciales de nuestro modo de vivir el Evangelio. No soy yo quien define o decide cómo debería ser la identidad del legionario. Está ya expresada en las Constituciones y desarrollada en las Normas Complementarias, la Christus Vita Vestra y los diversos reglamentos. Cada uno está llamado a profundizar, asimilar y vivir –personalmente y en comunidad– lo que Dios nos pide en esos textos, reflejándolos en nuestra vida diaria y enriqueciéndolos con nuestros dones personales y lo que el Espíritu Santo inspira en el corazón de cada uno de nosotros.
Todos estamos preocupados por las vocaciones. Todos deseamos que nuestras obras realmente ayuden a las personas a tener un encuentro personal con Jesucristo. Si queremos vocaciones, si queremos que Dios bendiga nuestros pobres esfuerzos apostólicos, es urgente vivir con radicalidad nuestro llamado a ser «otros Cristos». Si somos pobres, castos y obedientes como Jesucristo, según nos comprometimos el día de nuestra profesión, Dios bendecirá nuestra fidelidad.
Durante mis visitas a las comunidades, donde quiera que vaya, estoy animando a los nuestros a leer y meditar estos textos claves. Me consta que, para muchos de nosotros, uno de los riesgos que corremos es dejarnos llevar por la urgencia de los quehaceres diarios, y no dedicamos tiempo para profundizar en estos escritos, a no ser que nos toque predicar sobre ellos. Como dice el Comunicado Capitular 2020: «El reto, pues, no está en la definición de nuestra identidad sino en lograr una más profunda identificación con ella» (CCG2020, 20). De ahí brotarán las iniciativas apostólicas y las maneras concretas en que Cristo renovará a su Iglesia.
El legionario es apóstol innovador
Los modos concretos de evangelizar, que brotan de legionarios que viven su identidad, no pueden ser los mismos de siempre. Deberían renovarse tanto en su forma como en su contenido. La persona humana no cambia, pero el contexto cultural de su vida, sus desafíos y retos, están siempre cambiando. Por ello, nuestros modos de «anunciar a todos el amor misericordioso de Dios y llevarlos al encuentro redentor con Cristo» (CLC 3, 3.º) tienen que estar siempre actualizándose sin desarraigarse de nuestro carisma y del fundamento sólido del Magisterio.
Me alegra, por ejemplo, que entre los nuestros haya tantas iniciativas para evangelizar el mundo digital. Veo mucha creatividad, arte e ingenio en el uso de estos medios. Veo legionarios, en diferentes partes del mundo, trasmitiendo un mensaje evangélico perenne en un lenguaje actualizado. Reconozco también los retos. A veces me llegan comentarios sobre lo que publican algunos; es un hecho que hay padres y hermanos bien intencionados que no logran un equilibrio entre el ser atractivos para los usuarios y, al mismo tiempo, dar una imagen propia de un religioso. Siendo la evangelización digital todavía un campo de novedad para todos nosotros, debe ser acompañada por una reflexión personal y comunitaria sobre los modos que más convienen a nuestro estado de vida religiosa y legionaria.
A todos les exhorto a buscar nuevas vías para revelar el amor de Cristo, formar y lanzar más apóstoles al servicio de la Iglesia, sin caer en el extremo de vivir pendientes de la moda, o pensar que estamos evangelizando cuando en realidad nos estamos mundanizando. Por eso nos hemos formado durante tantos años: para ser mejores instrumentos del Señor.
El esfuerzo por asegurar que los legionarios tengamos una formación sólida e integral tiene como propósito el de ofrecer a la Iglesia una Legión que pueda responder a los retos de la cultura de cada época. Hombres con una formación intelectual que les permita discernir las corrientes del pensamiento humano sin desvincularse de las verdades perennes; una formación espiritual profunda que les permita afrontar el temporal de la duda y el desánimo, que naturalmente experimentamos al ir constantemente contracorriente; una formación humana capaz de penetrar los corazones de las personas y hacerles llegar el mensaje de Cristo; y una formación apostólica creativa que sale al encuentro de las necesidades de la Iglesia; todo dentro del contexto de hoy y apoyado por una comunidad de apóstoles que hace esta formación posible, sustentable y accionable.
El legionario es apóstol entre apóstoles
Un aspecto del plan Apóstoles según el Corazón de Cristo que quisiera subrayar en el contexto del legionario apóstol es nuestro propósito de «fomentar comunidades fervorosas, acogedoras y animadas de caridad pastoral» (ASCC 5.2º y 6.2º).
El año pasado leí un libro de Thomas E. Woods, Ph. D. titulado How the Catholic Church Built Western Civilization (Cómo la Iglesia católica edificó la civilización occidental). Aunque la obra tiene algunos elementos discutibles, es una narrativa elocuente de la historia de la Iglesia que me ayudó a ver con ojos nuevos el impacto cultural de las comunidades vivificadas por el espíritu de Cristo. Desde los primeros siglos de la Iglesia había comunidades –grupos de cristianos y luego comunidades religiosas– que promovían la fe y fomentaron una cultura cristiana. Brotando de su contemplación de las cosas divinas y su liturgia, la acción evangelizadora de las comunidades religiosas en particular dio vida a muchas instituciones y obras apostólicas. Los modos de vivir la vida religiosa han evolucionado en la historia y en cada época han tenido un impacto crucial en la evangelización y la renovación de la vida en la Iglesia.
Creo que el Espíritu Santo está llamando a nuestras comunidades a tener un impacto evangelizador semejante. Si vivimos la vida comunitaria según está descrita en el cuarto capítulo de las Constituciones y en las partes relacionadas en las Normas Complementarias y la Christus Vita Vestra, seremos una fuente de inspiración y formación para muchos cristianos que quieren ver a Cristo reinar en la sociedad. Nuestra vida comunitaria dará testimonio de lo que significa ser una sociedad centrada en Cristo, donde el amor prevalezca encima de todo.
Recuerdo que, cuando yo era director territorial, teníamos una comunidad de apostolado particularmente vibrante. Era una comunidad legionaria de apostolado que acogía algunos hermanos nuestros que estaban recibiendo tratamiento en una consultoría cerca de la casa. Los padres de la comunidad los acogían con mucha caridad y respeto. Me edificaba el amor fraterno que encontraba entre los padres en mis visitas. Sabía que los legionarios que mandaba yo a esa comunidad iban a encontrar el amor y fraternidad que necesitaban.
Una comunidad legionaria de ese tipo, que es acogedora y que inspira a los demás, es una comunidad que me gusta llamar «vibrante», o, en otras palabras, el amor de Cristo es tan presente en ella que llega a ser palpable. Se puede decir que la comunidad vibra con «una caridad auténtica como Cristo la testimonia y la predica en su Evangelio» (CLC 3, 2.º). Una comunidad legionaria donde el Corazón de Cristo de verdad reina es vital para nuestra propia perseverancia personal e institucional. Una comunidad vibrante es aquella donde hay un gran sentido de hermandad y un deseo de crear un hogar con espíritu de familia, donde todos se conocen y se aman –que no significa buenos sentimientos–, sino un deseo auténtico por el bien del otro que se traduce en acciones concretas. En una comunidad vibrante hay un compromiso mutuo de cuidar a mi hermano, de apoyarse unos a otros; hay interés en el crecimiento espiritual de todos, hay una sana disciplina religiosa que fomenta la oración, el silencio y la paz. En una comunidad vibrante se vive una vida armónica donde la oración, los compromisos comunitarios y la misión se enriquecen mutuamente, a pesar de las tensiones inevitables que producen los límites de tiempo y espacio. En una comunidad vibrante, cada uno está convencido de que, si Cristo reina en su propio corazón reinará también en su comunidad, que a su vez será luz y sal en el establecimiento del Reino en la sociedad.
En mis visitas a los diversos noviciados, como el de España, Monterrey, Brasil, Colombia y Norteamérica, siempre he salido edificado y renovado. ¿Por qué? Porque en el noviciado se vive de manera intensa el amor a Cristo. Estos hermanos nuestros, que se encuentran al inicio de su formación, pasan horas delante del Santísimo adorando al Señor y pidiéndole luz y gracia. Luego se esfuerzan por vivir con obras la caridad que experimentan delante de la Eucaristía. De verdad quieren vivir con radicalidad su respuesta a Cristo, su entrega a Él y a los demás. Buscan la santidad en la vida religiosa legionaria, sin recortes, como lo indica Apóstoles Según el Corazón de Cristo 5, 1°. Viven su entrega con una frescura y el ánimo típico de los jóvenes enamorados. Esta vivencia del amor tiene repercusiones en las vidas de todos los que les visitan.
Así también debería ser –y gracias a Dios muchas veces lo es– la vida comunitaria en las casas de apostolado. Cuando los laicos nos ven interactuar deberían notar el respeto, la estima y el deseo del bien que cada legionario tiene para con su hermano. Este testimonio les edifica y les estimula a imbuir a sus propias familias con la misma paciencia, comprensión, misericordia y sacrificio por el bien de todos.
Esta comunión debería extenderse a toda la familia del Regnum Christi. Hacer Legión en nuestra comunidad es hacer Reino en la familia espiritual y en la sociedad. Así vamos cumpliendo lo que dice el Papa Francisco:
Las demás instituciones eclesiales, comunidades de base y pequeñas comunidades, movimientos y otras formas de asociación, son una riqueza de la Iglesia que el Espíritu suscita para evangelizar todos los ambientes y sectores. Muchas veces aportan un nuevo fervor evangelizador y una capacidad de diálogo con el mundo que renuevan a la Iglesia (Evangelium Gaudium, 29).
Las comunidades vibrantes son parte esencial de una Legión fortalecida y renovada, que, a su vez, fortalecerán y renovarán a toda nuestra familia espiritual. Por ello, el cuarto capítulo de las Constituciones tiene que ser una fuente de oración y examen para cada legionario y cada comunidad.
Legionarios: apóstoles para hoy
En mi carta del año pasado puse el ejemplo de los rectores de nuestra red de universidades (RIU). Les compartí que me impresionaron especialmente los laicos con su formación recibida a través del Regnum Christi. Este año tuve de nuevo la gracia de estar con ellos en Mérida, Yucatán, junto con Nancy Nohrden y Félix Gómez Rueda. Me quedé nuevamente edificado. Lo que me impactó es que no hablamos de números, retención de alumnado, dinero o problemas administrativos. Conversamos sobre la misión, la evangelización, la necesidad de cambiar la cultura. Hablamos del papel esencial de los legionarios y de los miembros consagrados del Regnum Christi en estas instituciones para llevar a cabo esta misión. Los rectores, en su mayoría laicos, se preocupaban mucho por nosotros, por la escasez de vocaciones, por nuestra formación. Tres de ellos se comprometieron a lanzar una campaña de promoción vocacional en los campus de sus universidades. Me pregunto: ¿cómo vamos a responder a esta confianza que depositan en nosotros? ¿Cuál va a ser nuestra respuesta a las inquietudes de las personas que nos necesitan?
No solo son los rectores de las universidades. Se percibe en muchos laicos y eclesiásticos una preocupación por el estado actual de la sociedad y de la Iglesia. La presencia de Cristo en la Iglesia, en nuestras vidas y comunidades, está asegurada, pero no nos quita esta preocupación, pues queremos saber cómo quiere Cristo que colaboremos con Él. Nos corresponde profundizar más en nuestra espiritualidad, comunión y misión para discernir cómo actuar hoy. Esta responsabilidad la tenemos todos de cara a la sociedad de hoy y de las futuras generaciones de legionarios y miembros del Regnum Christi.
Les invito a tomar los temas tratados en esta carta y meditarlos ante el Sagrario, para luego llevar los frutos de su contemplación a su comunidad y ahí compartirlos. Ojalá la reflexión en comunidad les ayude a integrar este mensaje en sus vidas y a encontrar el modo concreto y práctico para vivirlo en su localidad.
Nos encomendamos todos al amor maternal de la Madre Dolorosa. Que ella nos proteja, nos lleve a su Hijo y nos forme como apóstoles según el Corazón de Cristo.
Su hermano en Cristo y la Legión,
John Connor, LC