El Papa Francisco ha querido dedicar este año jubilar a la esperanza. Así que puede ser el momento de reflexionar si la misiόn evangelizadora de nuestra congregaciόn religiosa a lo largo de sus 84 años de vida ha sabido encender nuevas esperanzas al servicio de la Iglesia y si la Iglesia misma haya dado confíanza a la Legiόn para hacer vivir esas nuevas esperanzas. Desde el inicio mismo de la fundación en 1941, el primer objetivo fue el de una sólida, amplia y profunda formación integral de los sacerdotes para poder ayudar a la Iglesia eficazmente y extender el Reino de Cristo en medio de la sociedad del siglo XX que valoraba cada vez más la cultura y la ciencia. Con esa finalidad, los legionarios se fueron a estudiar en las mejores universidades pontificias del mundo, Comillas en España, la Gregoriana y el Angelicum en Roma, y los resultados del proyecto formativo de la Legiόn florecieron sobre la marcha. Ya en 1954 fue posible lanzarse en la creaciόn de la primera obra de apostolado, el Instituto Cumbres de la Ciudad de México. Entonces, la Santa Sede miraba con siempre creciente atención a la situación de la Iglesia en América Latina.


En la carta apostólica Ad Ecclesiam Christi de 1955, Pío XII bosquejó un programa de trabajo para afrontar los problemas de este territorio que estaba conociendo un rápido e impresionante aumento de la población. Los fieles constituyan hacía un cuarto de los católicos en todo el mundo pero había una escasez muy grave de sacerdotes, pues la América Latina tenía necesidad de un gran número de nuevas vocaciones. La Legiόn se puso a disposición para enfrentar este reto de la Iglesia, dedicándose con más ardor a formar y enviar apóstoles para la América Latina. Correspondiendo a la llamada de los Pontífices, intensificó las giras vocacionales en México y España y al mismo tiempo envió legionarios a buscar vocaciones en Irlanda, donde se estableció un noviciado en 1962, y en Estados Unidos, donde surgió en 1965. En 1960 San Juan XXIII envió una especial bendición con esta intención:
“Enviamos Nuestra Paternal Bendición a la generosa juventud que quiera seguir la vocación sacerdotal en la Legión de Cristo para trabajar por la Santa Iglesia y por las almas en la América Latina”.
Resultado fue que entre los años 60 y 70 cerca de cien jóvenes europeos y norteamericanos viajaron a México para cumplir sus prácticas apostólicas trabajando en las obras educativas que se habían fundado paralelamente como el ya citado Colegio Cumbres, el Irish de Monterrey, el colegio Mano Amiga y la Universidad Anáhuac. Al mismo tiempo, la Legiόn ha trabajado para responder a otras necesidades concretas de la Iglesia, como la erecciόn de la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe y San Félipe Mártir en Roma, acontecida en 1960, y la labor pastoral en la Prelatura de Cancún Chetumal, comenzada en 1970.
El 24 de diciembre de 1975, justo en la noche en la cual papa Pablo VI clausuraba la Puerta Santa en San Pedro y el Año Santo de 1975, el Beato Eduardo Pironio, apenas nombrado Pro Prefecto de la Congregaciόn de Religiosos e Institutos Seculares, por primera vez ordenaba sacerdotes a un grupo de legionarios en Roma.
La idea central de su homilía fue esta: “Sois profetas de la alegria, de la esperanza, del amor”. Algunos días después, los neosacerdotes se fueron en Audiencia con el Santo Padre que les dirigiό esas palabras:
El primero es un grupo que nos llena de alegría y al que quisiéramos saludar con un largo discurso. Pero el discurso quedará encerrado en las sencillas palabras con las que les expresamos nuestra gratitud por su presencia, por su bondad al querer ponernos al tanto y casi hacernos partícipes de un aniversario que ellos están celebrando. Son los Legionarios de Cristo. Una especie de milagro, porque estos sacerdotes provienen de un país que, como todos saben, tiene una legislación muy contraria a la Iglesia. Se diría que es un terreno comprimido por una legislación negativa. Y, sin embargo, este terreno nos ofrece, aquí presente, un florecimiento de vocaciones, de obras, de testimonio, de plenitud de vida cristiana y de fidelidad a la Iglesia. Se percibe casi una irrupción de las energías del pueblo católico mexicano precisamente en esta toma de conciencia. Milagros extraños, podríamos decir, de la Providencia, que extrae del dolor, de la opresión y de las dificultades de la vida testimonios de plenitud y de fidelidad que sirven de ejemplo no solo para un pueblo bueno y grande, profundamente religioso y tan ligado a la fe católica, como lo es el mexicano, sino también para el mundo, para América y especialmente para América Latina. Es el único pueblo de habla española en América Latina que no solo tiene fuerzas para sí mismo, sino también para dar a los demás una sobreabundancia de vida espiritual y religiosa que realmente nos llena el corazón de asombro y nos hace bendecir al Señor por ello».
El empeño en la formaciόn sacerdotal ha sido llevado adelante con mucho fruto también durante el pontificado de Papa Juan Pablo II: en 1991 tuvo origen el Colegio Internacional Maria Mater Ecclesiae, que tiene la finalidad de ayudar a los Obispos en la preparación de futuros sacerdotes que puedan a su vez ser formadores en sus propios seminarios diocesanos y en 1993, cuando ya muchos legionarios habían conseguido el doctorado, nació el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum con profesores legionarios.


En ese período, en el seno de la Iglesia se iban afirmando los Movimientos, nuevas realidades eclesiales en las cuales participan principalmente los laicos. Para realizar el plan de Dios, los religiosos de la Congregaciόn se han hecho formadores de líderes y de dirigentes seglares católicos y, movilizando esas potencialidades, han dado vida al Movimiento del Regnum Christi, que viviendo su idel de cristianismo auténtico, a su vez ha desarrollado una intensa actividad de apostolado en todos los campos de la sociedad.
En los años 80 y 90, la Legiόn pudo expandir sus obras de apostolado, abrir nuevas fundaciones y crear nuevos territorios, llegando a representar una realidad viva en la «nueva primavera» de la Iglesia.
En el mensaje a los Padres Capitulares de 1992, el Santo Padre alentó a los legionarios «a seguir impulsando la nueva evangelización por medio de las obras que con tanto fruto promovéis, principalmente la educación cristiana de niños y jóvenes, la formación y organización de juventudes misioneras, la promoción humana y cristiana de los grupos más desamparados mediante la acción caritativa y evangelizadora de los empresarios y líderes de la sociedad, la promoción y defensa de la familia, la catequesis y los medios de comunicación social» y afirmó que «por todo esto, la Iglesia os contempla con gran esperanza».
Los primeros años del Tercer milenio han visto la Legión emprender un camino de renovación, hasta actualizar las Constituciones con un trabajo en el cual han sido involucradas todas las comunidades y revisar otros códigos del derecho propio como las Normas complementarias, que recogen los puntos esenciales y universales sobre el modo de vivir las Constituciones, el Manual del Gobierno territorial, que fija aspectos importantes de la praxis, la normativa y los procedimientos del gobierno territorial de la Congregación, tomando en cuenta que una buena parte de las gestiones y procedimientos de gobierno se realizan actualmente en ese nivel, el Manual de oraciones, que marca un preciso sendero de vida espiritual, la Ratio institutionis «Christus vita vestra» y la Ratio studiorum «Sapientia Christi». Esos textosofrecen a sus miembros una segura guía pedagógica y tienen, a partir de los títulos elegidos, el mismo hilo conductor, el Cristocentrismo,como el ideal de la formación integral del legionario, que es tener a Cristo como criterio, centro y modelo, asimilando su vida en la propia.
Además, la Legión de Cristo, desde su identidad como congregación religiosa con fines propios y autonomía legítima, la Sociedad de Vida Apostólica «Consagradas del Regnum Christi», y la Sociedad de Vida Apostólica «Laicos Consagrados del Regnum Christi» se han vinculado entre sí a través de la Federación Regnum Christi, a la que están asociados otros fieles que comparten el mismo espíritu y misión.


Todo ese esfuerzo refleja un nuevo espíritu con el cual la Legiόn está lista para afrontar los desafíos de la evangelizaciόn de los años futuros. Como han indicado los Padres Capitulares del 2020 «la prioridad imperativa de nuestra misión», es la de «volcar nuestra atención y nuestras fuerzas en una renovada entrega apostólica, en sintonía con una «Iglesia en salida», «al servicio de todos».
El Papa Francisco en la bula de convocatoria del Jubileo desea que «el testimonio creyente pueda ser en el mundo levadura de genuina esperanza, anuncio de cielos nuevos y tierra nueva (cf. 2P 3,13), donde habite la justicia y la concordia entre los pueblos, orientados hacia el cumplimiento de la promesa del Señor. (…) Que la fuerza de esa esperanza pueda colmar nuestro presente en la espera confiada de la venida de Nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la alabanza y la gloria ahora y por los siglos futuros».
En 1975 el Beato Eduardo Pironio llamó a los Legionarios profetas de la esperanza y el Beato Papa Pablo VI los definió un milagro de la Providencia que rellena el corazόn de maravilla. En el 1992 San Juan Pablo contemplaba la Congregaciόn con esperanza a causa de las obras que iba promoviendo. Esas palabras comprueban que el testimonio creyente de los Legionarios ha sabido aportar a la Iglesia concretos motivos de esperanza: la historia de servicio de la Congregaciόn durante sus 84 años de vida representa un elemento de fuerza más para vivir esta esperanza que no confunde, como nos pide el Jubileo del 2025.
Por Salvatore Luciano Bonventre
Archivo Histórico General de la Legión de Cristo.