Primeros Encuentros con la Fe
Nací en Bogotá, Colombia, el 27 de agosto de 1994, en el seno de una familia católica. Crecí en compañía de mis padres y mi hermano mayor, de los cuales siempre recibí amor y aprendí a vivir la fe. Desde una edad muy temprana me sentí atraído por lo religioso, reconocí la importancia de la oración y me gustaba participar de la misa, rezar el rosario y dedicar parte de mi tiempo a ayudar a los demás. Por este motivo, el deseo de consagrar mi vida al Señor como sacerdote estuvo presente desde mi infancia, aunque en aquel momento simplemente como un sueño de un niño sin comprender del todo su significado.
A medida que fui creciendo, ese deseo inicial fue quedando en segundo plano, pero mi interés por conocer, vivir y defender mi fe se intensificó por diversas circunstancias. Después llegó la adolescencia, un período de muchos cambios externos e internos, de inquietudes y dudas en la que mi fe fue puesta a prueba. Me cuestioné algunas enseñanzas de la Iglesia y del cristianismo mismo, pero a pesar de esto siempre estuvo en mí el deseo de defender la fe que había recibido y la necesidad de comprender las razones detrás de sus enseñanzas. Aunque me alejé un poco de Dios en este tiempo, su amor y misericordia nunca me abandonó, y constantemente vino a mi encuentro para colocarme nuevamente en el camino de la fe.
Experiencias Transformadoras y Decisión Vocacional
En medio de este proceso interior, nació en mí el deseo de servir a los demás, de ayudar y compartir. Fue así como comencé a participar en algunas actividades pastorales y, en 2009, conocí a los Legionarios de Cristo. Después de conocer un poco el trabajo que desempeñaban, el carisma y su misión de formar apóstoles, así como la forma en la que vivían la fe, algo en mí conectó profundamente. Por este motivo continúe involucrado en algunos de los apostolados que ayudaban a los más necesitados y en los que recibíamos formación espiritual y humana.
En 2010, tuve la oportunidad de realizar un intercambio en Estados Unidos, lo que marcó mi vida al permitirme ver el mundo con otros ojos y enriquecerme con otra cultura. Durante este tiempo estuve algo desconectado de la fe, pero al regresar a Colombia retomé el contacto con los Legionarios de Cristo y continué participando en sus actividades.
En 2011, en mi último año de colegio, llegó el momento de tomar grandes decisiones. Siempre había querido estudiar ingeniería civil y tenía mis planes trazados para mi futuro. Sin embargo, ese mismo año se celebró la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, un evento que despertó en mí un gran deseo de participar. Gracias a la providencia de Dios, pude asistir, y la experiencia me marcó profundamente. Fue una oportunidad de experimentar el ser católico de una forma que nunca antes había podido vivir, al tener la posibilidad de compartir con millones de jóvenes la fe en torno al vicario de Cristo, de darme cuenta de que la Iglesia estaba verdaderamente viva y de que hay miles de personas han consagrado su vida totalmente a Dios y son plenamente felices.
Cuando regrese a Colombia después de esta gran experiencia, sentía un deseo enorme de transmitir mi fe, un regalo de Dios que debe ser compartido. Los días fueron pasando hasta que un día sin saber cómo o por que escuche en el fondo de mi corazón la voz de Dios que me decía: ¿y por qué no eres mi sacerdote para trasmitir mi amor a la humanidad? Al comienzo pensé que era un producto de mi imaginación, que era resultado de las grandes emociones que había vivido anteriormente, pero cada vez sentí con más insistencia ese llamado a dejarlo todo y hasta que le dije a Dios que al menos lo iba a intentar, sentí paz en mi corazón. Así de un momento a otro mis planes cambiaron y por diversas circunstancias Dios coloco nuevamente a los Padres Legionarios en mi camino una vez más y fue así como descubrí que Dios me estaba llamando a ser su sacerdote, pero en la vida religiosa, específicamente en la congregación de los Legionarios de Cristo. Una congregación que estaba en un proceso de renovación y purificación después de momentos muy difíciles, pero una congregación que estaba buscando responder a lo que Dios iba pidiendo.
Formación Religiosa, crecimiento Espiritual y Experiencias Apostólicas
Después de un periodo de reflexión, oración y discernimiento, compartí mi decisión con mi familia y amigos, y recibí de ellos un apoyo incondicional. De esta forma dejé mis planes de estudio, mis sueños de formar una familia y renuncié a muchas cosas para seguir a Aquel que me amó y se entregó por mí.
En diciembre del 2011, comenzó el proceso de discernimiento vocacional con el candidatado, un período de 2 meses, en el cual junto con otros jóvenes con inquietudes vocacionales pude discernir con mayor serenidad la voluntad de Dios en mi vida y comenzar así la preparación para la vida religiosa en el noviciado. Así, después de estos dos meses de muchos cambios en los cuales aprendí muchas cosas, decidí continuar en esta aventura y finalmente recibí mi hábito religioso; mi sotana, con la que inicié el período de noviciado.
El noviciado fue un periodo de purificación, crecimiento y entrega en el ámbito espiritual, y una oportunidad para seguir creciendo en mi formación intelectual, cultural y humana. Tuve la gracia de realizar mi noviciado en tres países diferentes, comenzando en Colombia por unas semanas, seguido por Venezuela por casi ocho meses y después Brasil por un poco más de un año. Diversas culturas, diversos compañeros y formadores, pero siempre el mismo ideal, la misma fe.
Después de estos dos años con la gracia de Dios, el día 2 de marzo de 2014 profese públicamente mis votos de pobreza, castidad y obediencia, votos con los que me consagre a amar más y mejor a Cristo a su Iglesia y las almas.
Después de mi profesión religiosa comenzó el período de humanidades en los Estados Unidos. Esta primera etapa como religioso fue un periodo de mucho crecimiento personal, y de muchas experiencias humanas, fueron dos años para poder profundizar en mi consagración a Dios y aprender mucho en el campo intelectual. Al finalizar esta etapa continue mi formación en Roma donde comencé a estudiar Filosofía. Tres años en la ciudad Eterna creciendo en amor por la Iglesia y el Papa y aprendiendo a ver el mundo de una nueva forma.
Al finalizar el periodo de estudios de filosofía fui enviado a León para ayudar en la formación de seminaristas menores en nuestro centro vocacional, una experiencia enriquecedora donde pude presenciar la acción de Dios en la vida de tantos jóvenes. Después de dos años regresé a Roma a continuar los estudios de Teología a colaborar en la Dirección General de la congregación en el área de administración y de comunicaciones.
Esta última etapa del camino de formación fue un periodo decisivo en mi vida donde realicé mi profesión perpetua en la congregación y recibí los ministerios del lectorado y acolitado. Fue un periodo de purificación y de renovación interior. Al terminar mis estudios de Teología, recibí mi primera misión como asistente de novicios en donde me encuentro actualmente, una gran responsabilidad y al mismo tiempo una oportunidad para compartir todo lo que he recibido de Dios en estos últimos años.
La Ordenación Sacerdotal: Un Don Inmerecido
A lo largo de este camino de formación, he vivido un proceso largo pero necesario, creciendo espiritual, intelectual y humanamente. La vida religiosa y el sacerdocio no son caminos fáciles, pero para quien es llamado, es la mejor aventura de la vida. En mi caso, ha habido muchos desafíos, momentos de dificultad pero no cambiaría por nada todo lo vivido y lo que sé que aún está por venir.
Jesús nos enseñó que «no hay mayor amor que dar la vida por los amigos», y eso se hace realidad al entregar nuestras vidas a Él. Dios no se deja ganar en generosidad, y esto lo he constatado una y otra vez en estos años en mi propia vida.
Con la gracia de Dios y la oración de todos, espero ser un fiel instrumento de su amor y misericordia, llevando su presencia real en la Eucaristía, su perdón en la confesión y su sabiduría en la predicación. Mi mayor anhelo es que, por medio de mi sacerdocio, muchas personas lleguen al conocimiento de la verdad y experimenten el amor transformador de Cristo.