Nací en Guadalajara el 24 de noviembre de 1991. Tengo un hermano tres años menor. A los once años entré a la apostólica del Ajusco. En un primer momento no había pensado en ser sacerdote, pero el ambiente de la apostólica me cautivó y me sentí en casa. Durante los siguientes años fui profundizando en mi vocación. Después de cinco años fui al noviciado de Monterrey. Este paso fue crucial, porque si antes había entrado a la apostólica por el ambiente, ahora era una respuesta hacia Dios con más conciencia. Los dos años de noviciado fueron un crecer en la unión con Jesús y en el ser legionario. Los siguientes dos años los pasé en Salamanca estudiando humanidades. Este fue un momento de crisis, que me ayudó profundamente, pues fue el momento de afianzar el por quién quería ser legionario y que Él, Jesús, siempre iba a estar. Posteriormente, llegaría la filosofía que fue el momento de profundizar en las amistades con mis hermanos legionarios y en ver cómo los estudios estaban en función de la misión.
Mis prácticas apostólicas fueron muy variadas. Ayudé como profesor de novicios y humanistas en Monterrey; después como auxiliar del Ecyd y Reino e instructor de formación en Guadalajara; también apoyé como asistente de novicios en Italia y diversas giras de recaudación en los veranos. A lo largo de estos años puede descubrir dos cosas: la familia del Regnum Christi y la belleza del apostolado, del buscar que más personas se dejen enamorar por Cristo.
Los últimos años de la teología han sido de síntesis de todo lo vivido y un redescubrir cómo Dios está presente en cada momento, en las cosas ordinarias y pequeñas de cada día. El redescubrir que es Él el protagonista y me sigue llamando a su lado. Por eso la frase que podría resumir mi vocación es Dios es amor.
Ahora estoy comenzando una nueva etapa como diácono en la sección de jóvenes de Brasilia. Una nueva cultura, nuevo idioma, nuevas personas, nuevos retos y, al mismo tiempo, mismas convicciones: Dios me ama y me está llamando a qué más personas descubran este amor infinito de Jesús. También, encontré una nueva familia en mi nueva comunidad y en la acogida en la sección y en la Parroquia.
Al final, Dios no se deja ganar en generosidad y muestra su amor en cada momento de nuestra vida.