«Nuestra misión en el Regnum Christi» – Carta anual del director general a los Legionarios de Cristo

Con motivo de la Solemnidad litúrgica de Nuestra Señora de los Dolores, el director general reflexiona el papel y misión legionaria en el Regnum Christi, a partir de la experiencia de la Convención General del pasado mes de mayo.

El 15 de septiembre, Solemnidad litúrgica de Nuestra Señora de los Dolores, el P. John Connor, L.C., director general de la Congregación, ha enviado una carta a los Legionarios de Cristo en donde hace énfasis en la misión legionaria como miembro del Regnum Christi a partir de las prioridades de la Convención General desarrollada el pasado mes de mayo.

Además, destaca la necesidad del trabajo en equipo en donde cada legionario aporta lo propio en colaboración con los demás. Por otro lado, se retoma la misión específica legionaria: formar a otros, a imagen y semejanza de Jesucristo.

Por último, el director general aborda las tres (3) las prioridades de la Convención General para afrontar los retos culturales actuales, así como una propuesta de servicio particular en la formación y acompañamiento.

A continuación, publicamos el texto íntegro de la carta en español:

Versión PDF (español) – Carta anual del Director General 2024

Versión PDF (ingles) – Carta P John Connor 15 sep 2024 English

Versión ePub para dispositivos móviles (español) – Carta-anual-del-Director-General-2024

Versión ePub para dispositivos móviles (inglés) – Carta-P-John-Connor-15-sep-2024-English

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¡Venga tu Reino!

Roma, 15 de septiembre de 2024

Nuestra Señora de los Dolores

 

A los Legionarios de Cristo

Muy estimados en Jesucristo:

 

Espero que todos se encuentren gozando de la gracia y favor de Dios en sus diversos apostolados y actividades. Cada año, desde el 2021, les he escrito una carta temática en esta fiesta de nuestra patrona celestial. Mi intención es hacerme presente entre ustedes, en este inicio de curso, con algunas reflexiones sobre temas que son propiamente nuestros, como la transformación en hombres nuevos, nuestra identificación como apóstoles según el Corazón de Cristo y nuestra razón de ser como legionarios. Este año quisiera escribirles sobre nuestro papel y misión en el Regnum Christi, a partir de la experiencia de la Convención General del pasado mes de mayo.

 

Una semilla que florece, un sueño que se realiza

Desde 2018, la Congregación de los Legionarios de Cristo forma parte de la Federación Regnum Christi, junto con los Laicos Consagrados y las Consagradas del Regnum Christi. Una Federación a la que se asocian jóvenes, adultos, sacerdotes diocesanos y otros. Aunque esta configuración canónica es algo nuevo, no es más que la etapa actual de una realidad que inició hace más de ochenta años en forma de semilla. Antes de que existieran las ramas, los primeros legionarios soñaban con un «ejército» de laicos –consagrados y seglares– que trabajarían hombro a hombro con ellos para establecer el Reino de Cristo en la sociedad. Este sueño ya es realidad. El n. 10 de los Estatutos habla de la «urgencia interior de entregarnos apasionadamente a hacer presente su Reino», de la importancia de «asumir como parte del seguimiento de Cristo el combate espiritual» y de «emprender con corazón magnánimo, entusiasmo y crea­tividad aquellas acciones que hagan presente el Reino con mayor profundidad y extensión». Actualmente el Regnum Christi existe en forma de comunidades de apóstoles «en salida», esparcidos por el mundo, dirigiendo apostolados maduros y emprendiendo otros nuevos.

 

Cada uno aporta lo propio en colaboración con todos

Cuando fui ordenado sacerdote, en el 2001, fui enviado a trabajar en la costa este de los Estados Unidos. Mi misión principal era la recaudación de fondos para ayudar a mantener los centros de formación en Cheshire, Thornwood y Roma. La idea era muy sencilla: buscar personas que tuviesen la generosidad, y el interés de ayudarnos. Yo desempeñaba mi misión principalmente en ciudades donde el Regnum Christi no estaba del todo desarrollado, como Filadelfia y Miami. Mientras iba conociendo a las personas, aquellos que más se identificaban con la misión de la Legión siempre querían algo más: querían involucrarse en la misión; querían formarse; querían algo que el Regnum Christi les podría proporcionar. Pero casi no existía el Regnum Christi en su ciudad y yo era un neosacerdote.

Como joven sacerdote tuve un legionario mentor que era director de una sección consolidada. Me iba guiando en los pasos que daba. Me ayudó a conocer cómo funcionaban las secciones del Regnum Christi. Incluso envió sus mejores formadores para ayudar en los retiros y ejercicios espirituales que ofrecíamos para dar a conocer el Regnum Christi. Pasado un tiempo, vinieron las Consagradas, que trabajaban con las señoras y las niñas. Y pude ver el milagro del desarrollo del Regnum Christi, gracias a un trabajo en equipo, con la aportación de todos.

Todo esto se dio debido a la colaboración de varios sacerdotes y laicos formados, que se juntaron para compartir el tesoro de nuestro carisma. Muchos de ustedes también han tenido la misma experiencia, por lo menos en sus rasgos esenciales: encontrar a personas con inquietudes, buscar avivar en ellos esa llama hasta convertirla en un fuego crepitante, y conectar estas personas con otras que experimentan las mismas inquietudes para crear comunidad y evangelizar. Eso es el Regnum Christi en muchas partes del mundo. Una semilla que crece y se multiplica, no gracias al trabajo de uno solo, sino como fruto de la colaboración y la comunión evangelizadora entre muchos.

 

La misión específica de los Legionarios en el Regnum Christi

Como legionarios, formamos parte de esta familia espiritual, compuesta por diversas vocaciones con las que compartimos unos rasgos de espiritualidad y misión, y a quienes estamos llamados a servir y apoyar con nuestro ministerio, nuestra identidad religiosa y nuestro ser apóstoles. Esta dimensión conlleva la llamada a vivir con exigencia numerosas virtudes, empezando por la caridad y la comunión, y pasando por el trabajo colaborativo en las localidades.

Aunque cada legionario aporta su personalidad y talentos, en cuanto legionario siempre contribuirá con algo que un miembro de otras ramas no podrá aportar. Nuestro aporte particular está marcado tanto en nuestras Constituciones, particularmente los números 1 a 4, como en los Estatutos de la Federación Regnum Christi. En este sentido, el n. 5 de los Estatutos tiene particular relevancia:

Los Legionarios de Cristo aportan, por su consagración religiosa, el testimonio de su entrega a Jesucristo y su disponibilidad plena para la realización de la misión común. Por su condición de sacerdotes hacen presente a Cristo Sacerdote y Buen Pastor, a través de la predicación, la administración de los sacramentos y la guía espiritual. En comunión con todos, colaboran en la formación integral, la dirección y la proyección apostólica de los fieles asociados, promoviendo la plenitud de su vocación bautismal y el liderazgo cristiano, y establecen las instituciones y emprenden las acciones que más puedan contribuir, en profundidad y en extensión, a edificar el Reino de Cristo en la sociedad.

Estos números de las Constituciones y los Estatutos señalan que tenemos una identidad particular como sacerdotes religiosos que formamos parte del Regnum Christi. Esta identidad define lo que somos, y también determina cómo vivimos la misión encomendada, una misión que compartimos con otras vocaciones.

 

Algunas implicaciones y recomendaciones para nuestra vida legionaria

Esta realidad de que los Legionarios de Cristo formamos parte del Regnum Christi con nuestra misión particular de “hacer presente a Cristo Sacerdote y Buen Pastor” tiene ciertas implicaciones para nuestra vida legionaria.

 

  1. Testimonio de entrega a Jesucristo como religioso –signo de la vida futura–

La primera característica que el n. 5 de los Estatutos señala como nuestra aportación es «el testimonio de su entrega a Jesucristo» que damos precisamente «por nuestra consagración religiosa». Es decir, la vivencia de los consejos evangélicos, según una regla de vida, da testimonio elocuente de la esperanza teologal a los demás miembros. Nuestro estilo radical de vida –viviendo como Jesucristo casto, pobre y obediente– demuestra una libertad de espíritu poniendo toda nuestra confianza en Dios y ordenando los deseos del corazón hacia lo más alto. Por la consagración «total, definitiva y exclusiva al único y supremo amor de Cristo» (CLC 27, 1.º) en la castidad, ofrecemos un signo de la vida futura cuando «ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que todos serán como ángeles en el cielo» (Mt 22,30). Por esta consagración encauzamos nuestros corazones hacia los bienes del espíritu y los teso­ros del cielo, poniéndonos en manos de la providencia de Dios (cf. CLC 19, 1.º), motivando a los demás a desprenderse de las cosas pasajeras y a que pongan su corazón en lo que va a durar. Por esta consagración, sometemos nuestra voluntad a la de Dios a través de superiores legítimos que «hacen las veces de Dios cuando mandan según las Constituciones» (CLC 31, 2.º).

No hay que minimizar el efecto que el testimonio de una vida totalmente entregada a Cristo tiene. Para el cumplimiento de la misión, las mismas Constituciones ponen el testimonio de vida antes del apostolado (cf. CLC 2 § 2 º2.). Lejos de separar al religioso auténtico de la vida cotidiana de las personas a las que acompañamos, le convierte en un referente y en una fuente de luz que guía su caminar. La imitación es la forma primordial en que el hombre aprende a vivir. Aprendimos a hablar imitando lo que escuchamos. Aprendimos a jugar viendo a otros jugar. Aprendimos cómo comportarnos viendo a otros interactuar con el entorno. El hombre aprende sus valores por la cultura que le rodea. Por lo tanto, el testimonio de hombres consagrados, por un lado, encarna los valores de la cultura del Reino de Cristo y los pone en exhibición. Por otro, marca claramente las diferencias entre la cultura de la Ciudad de Dios y la de los hombres, como una pincelada de pintura blanca sobre una pared negra. No es suficiente predicar los valores del Reino, hay que vivirlos para convertirnos en ejemplos auténticos.

Esto solo ocurrirá cuando vivamos nuestra consagración de manera auténtica. Por eso, el Capítulo General de 2020 escogió la autenticidad como uno de los tres valores para este sexenio. Si no vivimos con autenticidad nuestra consagración, en vez de resaltar como un faro en la oscuridad, desapareceremos como un barco perdido en la niebla. Este es un riesgo particular para nosotros por los ambientes en que nos toca ejercer nuestro apostolado.

Por eso hay que estar atentos siempre a lo que nos permitimos. Podríamos decir que existen ciertas señales de alarma como, por ejemplo, si nuestra mente nos presenta justificaciones del tipo: «hay que ser normales», «todo el mundo lo hace», «no es pecado», «en donde está escrito que no se puede», «es ahí donde encuentro a los líderes», «qué tiene de malo», etc. Una vida religiosa, edificada sobre esta forma de pensar y de actuar se puede enfangar y llevarnos a una vida consagrada mediocre, sin fuerza de atracción a la conversión e imitación de Jesucristo.

Damos un testimonio edificante cuando optamos por una mayor coherencia con nuestro estilo de vida consagrada. «Gracias por la invitación, pero mi comunidad tiene hora eucarística en ese momento»; «No he querido ver esa serie, porque me quitará la paz interior»; «Me encantaría estar con ustedes en la montaña, pero estaremos de descanso comunitario y es importante para nosotros». Con esta forma de ser y de vivir, decimos a las personas: pertenezco a Dios y necesito nutrir mi alma de su presencia y de su gracia, por ustedes.

 

  1. Liderazgo a ejemplo de Jesucristo, Sacerdote y Buen Pastor.

La segunda característica que marca el n. 5 de los Estatutos como nuestra aportación particular es: «por su condición de sacerdotes hacen presente a Cristo Sacerdote y Buen Pastor». Implícitos en la identidad de sacerdote y pastor está la responsabilidad de ejercer liderazgo. El pastor protege su rebaño y lo guía a praderas más verdes. «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10,11). Debemos ser conscientes de nuestro papel de liderazgo en el Regnum Christi. Aquí no me refiero a puestos de autoridad o funciones directivas dentro de las estructuras de gobierno; me refiero al ascendiente moral y espiritual que ejercemos viviendo de acuerdo con lo que estamos llamados a ser. Cuando vivimos nuestra identidad de acuerdo con nuestras Constituciones, que es como el legionario vive el Evangelio, necesariamente aportamos a la familia espiritual nuestra contribución como imitadores de Jesucristo, Sacerdote y Buen Pastor, que inspira, anima y proporciona visión al resto de los miembros.

Por ello, padres y hermanos, debemos tener presente que la misión específica del legionario es formar a otros a imagen y semejanza de Jesucristo. Ciertamente se pueden tener puestos de autoridad, pero no necesariamente por ello se es eficaz en moldear el futuro de un determinado apostolado. Personas con naturales talentos para el liderazgo, ocupen o no un cargo, ejercerán influencia en el ámbito en el que se encuentren. Los legionarios, si somos lo que debemos ser, ejerceremos un liderazgo con o sin puestos de autoridad.

Un capellán, por ejemplo, si es auténtico en su vocación, puede ser para un colegio lo que el alma es para el cuerpo; puede darle vida, guiando tanto a profesores como a alumnos para que mantengan su atención en los ideales superiores que la institución educativa trata de inculcar, ayudándoles a no dejar que su visión se limite a la disciplina académica del momento. Puede formar las conciencias de los miembros del consejo, los padres de familia, los profesores, los alumnos y el personal de servicio del colegio. Por lo tanto, su presencia y labor puede ser transformadora para toda la institución. Si bien algunos legionarios serán escogidos para puestos directivos, todos estamos llamados a ejercer liderazgo donde estemos.

No podemos olvidar también que parte de la misión del legionario es «establecer las instituciones y a emprender las acciones que más puedan contribuir, en profundidad y extensión, a edificar el Reino de Cristo en la sociedad» (EFRC, 5). Esto no obedece a un afán de visibilidad, de poder o de presencia meramente humana, sino a la certeza de que Dios nos llama a este estilo de misión. Este es el espíritu que siempre hemos vivido. Así lo describe la Christus Vita Vestra:

El legionario tiene un corazón magnánimo y luchador, se entrega con pasión, quiere hacer más, quiere ir más lejos. Por eso, atento a los signos de los tiempos, aprovechando la ocasión (Ef 5,16), trabaja con celo y creatividad, buscando nuevos caminos, yendo a las fronteras de la Iglesia —pastorales y de pensamiento—, consciente de que cada día de fatiga por el Reino es un regalo precioso de Dios que ya no volverá y que el tiempo se nos da para ganar la eternidad. A esta actitud la llamamos “militancia” (CVV 112).

En resumen: nuestra misión se hace vida cuando el liderazgo lo ejercemos diariamente, con cada persona a la que tratamos y acompañamos, con identidad, coherencia y espíritu de servicio y entrega, sin importar la posición de autoridad que se tenga o no. Así, podremos hacer nuestras las prioridades de la reciente Convención General que buscan afrontar los retos del mundo de hoy, punto que abordaré a continuación.

 

  1. Una consigna para vivir las prioridades de la Convención General y afrontar el reto cultural de hoy.

La Convención General dio a todo el Regnum Christi tres prioridades: (1) promover una cultura vocacional, (2) asumir el compromiso por ser y formar comunidades de apóstoles en salida y (3) impulsar la pastoral de matrimonio y familia.

Dentro de este marco, he contemplado también el contexto cultural de hoy –las ideologías de género, los ataques al concepto de paternidad y la falsa comprensión del papel del hombre–.

Creo que la Legión, en el Regnum Christi, tiene una oportunidad para salir al encuentro de las tres prioridades con el fin de responder a este desafío cultural. Por ser hombres y religiosos podemos tener una entrada particular con los hombres laicos. Sabemos que los hombres, viviendo su vocación en sus familias y en la sociedad, no en contraposición a las mujeres, sino como complemento, son clave para lograr que las tres prioridades de la Convención se vivan. Así que, dando un énfasis o enfoque en nuestro trabajo con los hombres podemos ofrecer un servicio, en especial a la Iglesia, a través de los miembros varones del Regnum Christi, de los padres de familia de nuestras instituciones educativas, de los adolescentes masculinos del ECYD, de los miembros asociados a las secciones de jóvenes, y de los varones que se acercan a nuestras obras de apostolado.

Por ello, quisiera darles a todos los legionarios una consigna para que la tengan presente: como Congregación, podemos ofrecer a la Iglesia y al Regnum Christi un servicio particular en la formación y acompañamiento del varón.

Uno de los frutos más hermosos que Dios nos concede en el trabajo con el varón y en la vivencia de nuestra identidad son las vocaciones a la Legión y a los Laicos Consagrados. La crisis vocacional que vive la Iglesia es, en cierta manera también, la crisis que tiene la juventud de encontrar un referente de vida centrado en Dios, auténtico y olvidado de sí, donde puedan ver encarnados los ideales de consagración radical que marca el Evangelio. Por eso la promoción vocacional, como tarea de todo legionario, es una invitación a vivir, con tal plenitud nuestra vida religiosa, para que Dios haga con nuestra vida lo que hizo con la de todos los auténticos santos religiosos de la Iglesia: inspirar la entrega a Dios.

Cuando el pasado mes de julio visité a los legionarios en Venezuela, me comentaron que hay un apostolado que está teniendo mucho éxito en las secciones de señores. Se llama Rosario de señores, y se reúnen una vez a la semana. Es algo muy sencillo, pero este tipo de actividades también se están dando en otros territorios. Los hombres quieren espacios propios para rezar, compartir los retos y dificultades en la vida, hacer cosas espirituales entre varones. Hay, cada vez más, muchas otras iniciativas de Legionarios en todo el mundo que también responden a esta necesidad.

Pienso, por ejemplo, en una iniciativa que se llama Braveheart, que lleva un padre en el Territorio del Norte de México con unos señores del Regnum Christi. También los padres en Polonia llevan a cabo misiones en Albania sólo para hombres. En los Estados Unidos acaban de empezar un apostolado llamado Reset, para jóvenes varones que ayuda a poner orden en sus vidas. Sé que hay muchas otras iniciativas y apostolados que no menciono aquí, pero a lo que voy es que estas iniciativas están respondiendo a una necesidad creciente. Son nuevas y creativas. Son lo que la sociedad y la Iglesia necesitan ahora.

Termino con el ejemplo de una amiga de san Juan Pablo II que acaba de fallecer hace algunos meses. Era amiga también de varios legionarios. Se llamaba Wanda Półtawska y era médica. Por lo que aprendió de san Juan Pablo II, cada vez que hablaba con los legionarios los animaba a dedicarse a la formación de grupos de hombres y no distraerse en otras cosas. Siempre destacaba la importancia de la formación en la masculinidad para el desarrollo integral del hombre y el bienestar social. Según ella, una masculinidad bien formada, basada en valores como la responsabilidad, el respeto y la disposición al sacrificio, es esencial para enfrentar la crisis de esa misma masculinidad en la sociedad contemporánea. Consideraba que teníamos el carisma adecuado para la formación del varón. Subrayaba la importancia de la formación de los hombres para el cambio de la sociedad y la familia desde dentro. Es un modo concreto para nosotros de llevar adelante la tercera prioridad de la Convención General: impulsar la pastoral de matrimonio y familia.

En resumen, como hombres del Reino, inspirados por san Pablo Apóstol, debemos dar el testimonio de religiosos enamorados de Dios, ejercer el liderazgo moral y espiritual que viene a través de la vivencia de nuestra identidad de imitadores de Jesucristo, Sacerdote y Buen Pastor, y emprender las acciones adecuadas para responder al reto cultural a través de la evangelización de la familia, particularmente del varón.

Agradezco de corazón su entrega y esfuerzo continuo, confiando que Nuestra Señora de los Dolores nos seguirá ayudando a edificar el Reino de Cristo en el corazón de los hombres y en la sociedad.

 

Sin más por el momento, quedo suyo afectísimo en Jesucristo y la Legión,