Roma, Vía Aurelia, 11 de abril 1955: el vicario de Roma, el cardenal Clemente Micara bendice la primera piedra de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe y San Felipe Mártir.
La Legión al servicio de la Iglesia
Roma, Vía Aurelia, 1958: momento conclusivo de los trabajos de construcción de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe y San Felipe Mártir.
Roma, Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe y San Felipe Mártir, 20 de noviembre de 1962: San Juan XXIII saluda al neo-párroco, el P. Antonio Lagoa, LC, durante su visita a la iglesia nacional Mexicana.
Roma, Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe y San Felipe Mártir, 20 de noviembre de 1962: San Juan XXIII ingresa en la iglesia nacional mexicana rodeado de los obispos latinoamericanos.
11 de diciembre de 1958
Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe y San Felipe Mártir
A partir de 1952, la Congregación depende jurídicamente de la diócesis de Roma. En los años de la postguerra, la ciudad de Roma experimentó una fase de rápido incremento demográfico y de veloz urbanización, que planteaba serias urgencias pastorales.
En un discurso a los párrocos romanos, el 8 de marzo de 1952, el papa Pío XII había manifestado su preocupación apostólica por el estado de su diócesis:
«Basta dar una mirada al estado concreto de la cura de almas para tener que reconocer que esta aún no corresponde plenamente a las necesidades presentes. […] Nosotros tenemos el deber de pensar en lo que queda todavía por hacer […] la ciudad de Roma ha crecido como territorio y como número de habitantes, con una tal celeridad, que la organización eclesiástica no ha podido avanzar al mismo ritmo […]. Tal estado de las cosas nos impulsa a acelerar y aumentar en la máxima medida posible la fundación de nuevas parroquias y la erección de nuevas iglesias».
En los años siguientes, decenas de nuevos centros religiosos surgieron en toda la periferia romana. Entre ellos, también un nuevo templo en la zona Aurelia. Esta construcción fue confiada a la Legión de Cristo por el Card. Clemente Micara, vicario para la diócesis de Roma.
Este templo debía convertirse en la iglesia nacional de México en Roma, consagrada a la Virgen de Guadalupe, patrona de México y de América Latina, y a San Felipe Mártir. El 3 de abril de 1955, el papa Pío XII bendijo personalmente la primera piedra transportada a Roma directamente desde la colina del Tepeyac, donde se apareció la Virgen en México. La construcción comenzó poco después. El pueblo mexicano proporcionó los medios económicos para llevarla a cabo, contribuyendo con generosas ofrendas.
Los trabajos duraron cerca de tres años. La inauguración estaba programada para el 12 de octubre de 1958, pero se tuvo que posponer a causa de la muerte del pontífice. Ese día solamente se celebró una misa privada. Mons. José Garibi Rivera, quien pocos días después se convirtió en el primer cardenal mexicano, consagró el templo el 11 de diciembre de 1958 y al día siguiente se tuvo la inauguración oficial. En el evento participaron numerosas personalidades eclesiásticas de la época y fue presidido por el Card. Micara quien, además de vicario de Roma, era presidente de la Obra Pontificia para la Conservación de la Fe y la Provisión de nuevas Iglesias en Roma.
Bajo su guía, entre 1951 y 1965, se inauguraron 118 parroquias. Era llamado «el visitador», ya que siempre se encargaba personalmente de poner la primera piedra, de inaugurar el templo y de presidir la toma de posesión del párroco. Así lo hizo también con la iglesia de Via Aurelia: el Card. Micara puso la primera piedra el 11 de abril de 1955, presidió su inauguración el 12 de diciembre de 1958 y, una vez erigida canónicamente como parroquia, nombró como primer párroco al sacerdote legionario Antonio Lagoa, LC, el 22 de septiembre de 1960.
El 20 de noviembre de 1962, el Card. José Garibi Rivera coronó el cuadro de la Virgen de Guadalupe que se encuentra sobre el altar mayor. El mismo día, san Juan XXIII fue a rezar frente a la imagen de la patrona de México y de América Latina. Se trató de una visita significativa porque se realizó en presencia de muchos obispos mexicanos y latinoamericanos, presentes en Roma con motivo de la primera sesión del Concilio Vaticano II. Por su parte, san Juan Pablo II realizó una visita pastoral a la parroquia el 27 de enero de 1980, con ocasión del primer aniversario de su primer viaje pastoral a México. Él ya había conocido la iglesia en 1970 como arzobispo de Cracovia durante una peregrinación de sacerdotes polacos. En la homilía, el papa subrayó la trascendencia espiritual de la Iglesia:
«Vuestra parroquia, dedicada a Nuestra Señora de Guadalupe, es como un testimonio viviente del vínculo que aquí en Roma, en el centro de la Iglesia, deseamos mantener siempre vivo con la Iglesia del lejano continente americano, reunido en torno a la Madre. […] Este Corazón que une a todos los pueblos y continentes, os una también a vosotros constantemente en vuestras familias, en los ambientes de trabajo, de enseñanza, de descanso. Os una, a través de esta parroquia, con la Iglesia en la que vive Cristo, Hijo de Dios e Hijo de María, y que actúa por medio de su Espíritu».
El 15 de enero de 1991, el mismo Juan Pablo II, confirió a la iglesia el título de Basílica menor y hasta ahora dos eclesiásticos mexicanos, ambos arzobispos de Guadalajara, han llevado el título de cardenales presbíteros de Nuestra Señora de Guadalupe y San Felipe Mártir en Via Aurelia: de 1991 a 1993 el Card. Juan Jesús Posadas Ocampo y el Card. Juan Sandoval Iñiguez desde 1994 hasta el día de hoy.
Años 60 y 70
Envío de sacerdotes a América Latina
En los años 50, la iglesia miraba siempre con mayor atención a los católicos de América Latina. En la carta apostólica Ad ecclesiam Christi, de 1955, el papa Pío XII trazó un programa de trabajo para afrontar los problemas de ese territorio, que estaba conociendo un rápido e impresionante aumento de población. Los fieles constituían alrededor de un cuarto de los católicos de todo el mundo, pero había una gran carencia de sacerdotes. América Latina tenía necesidad de nuevas vocaciones y de la ayuda de sacerdotes provenientes de Europa y de América del Norte. De hecho, la falta de sacerdotes exponía a los fieles a la secularización y a la acción de las sectas.
El mismo Pío XII instituyó dos organismos llamados a coordinar los esfuerzos: la Conferencia del episcopado latinoamericano, CELAM, en 1955 y la Comisión Pontificia para América Latina en 1958.
Para hacer frente a este desafío de la Iglesia y formar y enviar sacerdotes a América Latina, la Legión de Cristo intensificó el trabajo vocacional en México y España y al mismo tiempo mandó religiosos a bus car vocaciones en Irlanda, país en el que se fundó un noviciado en 1962, y en Estados Unidos, donde se fundó uno en 1965. Por otro lado, el 19 de diciembre de 1960, san Juan XXIII había enviado una bendición especial a la Legión: «enviamos nuestra paternal bendición a la juventud generosa que quiera seguir la vocación sacerdotal en la Legión de Cristo para trabajar por la Santa Iglesia y por las almas en América Latina».
De 1962 a 1965, se realizó el Concilio Vaticano II y en las 4 sesiones la mayoría de los obispos mexicanos que asistió a los trabajos en Roma se alojó en la Casa General de la Legión de Cristo, en Vía Aurelia. Esta convivencia fue un signo de elocuente comunión eclesial entre el episcopado mexicano y la joven Congregación y tuvo fructíferos resultados para la misión a realizar.
El 3 de julio de 1966, como parte de este proyecto, el papa Pablo VI ordenó un grupo de sacerdotes y diáconos de América Latina en la basílica de San Pedro. Entre esos sacerdotes había dos Legionarios de Cristo. En su homilía habló de la importancia del apostolado de los sacerdotes junto a la población latinoamericana.
El resultado del empeño de la Congregación fue que entre los años 60 y 70, cerca de cien jóvenes europeos y norteamericanos fueron a México para realizar un período de apostolado durante los años de formación, trabajando en diversas obras educativas que se estaban fundando simultáneamente y, una vez ordenados sacerdotes, muchos de ellos regresaron a estas mismas obras a ocupar puestos de responsabilidad.
Roma, Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe y San Felipe Mártir, 31 de mayo de 1970: el arzobispo de Cracovia, el Card. Karol Wojtyla, durante la Misa celebrada con ocasión de una peregrinación de sacerdotes polacos en la Ciudad Eterna.
Roma, 31 de octubre de 1962: foto de grupo de los Obispos Mexicanos hospedados en el Collegium Maximum Legionariorum Christi con ocasión de la primera sesión del Concilio Vaticano II.
Ciudad de México, 1966: el joven religioso Legionario de Cristo, John Walsh, LC, con algunos niños del Colegio mano amiga. Es uno de los primeros irlandeses en desarrollar su apostolado en América Latina.
Prelatura de Chetumal, principios de los años 70: Mons. Jorge Bernal, LC, con los primeros padres misioneros que trabajan en la nueva Circunscripción eclesiástica.
Prelatura de Chetumal, principios de los años 70: el P. John Coady, LC, durante una lección de catecismo a algunos niños.
Prelatura de Chetumal: Bacalar, 1973: el P. Javier Orozco, LC, con algunos indios maya.
Prelatura de Chetumal, Isla Mujeres, principio de los años 80: el P. Ángel de la Torre, LC, administra el sacramento del bautismo.
Prelatura de Chetumal, años 80: Mons. Jorge Bernal administra el sacramento de la reconciliación.
16 de julio de 1970
Prelatura de Cancún-Chetumal
Una muestra del interés de la Santa Sede por México fue la creación de la Prelatura de Chetumal, con la Constitución Apostólica Qui ad beati Pauli Apostoli similitudinem, promulgada por Pablo VI el 23 de mayo de 1970 y firmada por el Card. Carlo Confalonieri, prefecto de la Congregación para los Obispos. La prelatura nacía de la unión de dos zonas separadas respectivamente de la arquidiócesis de Yucatán y de la diócesis de Campeche. Tenía una extensión de 50 843 km2, en la que trabajaban solo siete sacerdotes y algunas religiosas, que debían asistir espiritualmente a 88 000 habitantes.
Solo había siete iglesias y una serie de capillas con muros de madera y techos con hoja de palma. El 16 de julio de 1970 el beato Pablo VI confiaba la nueva entidad eclesiástica a la Legión, nombrando administrador apostólico al sacerdote legionario Jorge Bernal, quien llegó al territorio de la prelatura junto con algunos sacerdotes Legionarios en noviembre del mismo año.
Los Legionarios de Cristo encontraron grandes dificultades: las distancias eran enormes, faltaban vías de comunicación, una parte importante de los habitantes de la región eran indígenas, solo hablaban la lengua maya y muchos de ellos no habían recibido los sacramentos. Se trataba de llevar adelante una auténtica misión permanente de evangelización. Muy pronto comenzaron a construir en varias partes nuevas iglesias y capillas, administraron ininterrumpidamente decenas de miles de veces los sacramentos del bautismo, de la Eucaristía y del matrimonio.
El 7 de diciembre de 1973 Pablo VI nombró al P. Jorge Bernal obispo titular de Velefi (título que conservó hasta 1978) y prelado de Chetumal. Mons. Pío Gaspari, delegado apostólico en México, lo consagró obispo el 19 de marzo de 1974. El año siguiente, el 28 de junio, Mons. Jorge Bernal fue nombrado por la Santa Sede Consultor ad quinquiennium de la Comisión Pontificia para América Latina. La misión de esta comisión es estudiar los problemas fundamentales de la vida católica en América Latina y colaborar estrechamente con varias conferencias episcopales nacionales.
En 1974, las autoridades mexicanas crearon el nuevo estado de Quintana Roo, que se convirtió rápidamente en zona alta de turismo en México: actualmente llegan cerca de 7,5 millones de turistas cada año y hay cerca de 800 hoteles. Esto ha causado cambios tangibles. Basta pensar en la ciudad de Cancún que, cuando llegaron los Legionarios era una pequeña aglomeración de pescadores, con 150 almas, mientras que hoy cuenta con cerca de 650 000 habitantes.
Este asombroso aumento de la población se ha dado en todas partes: los 88 000 habitantes de 1970 han llegado a ser actualmente 1 200 000, de los cuales unos 950 000 son fieles católicos. Naturalmente este desarrollo vertiginoso e impresionante ha significado una profusión de los sacerdotes empeñados en la evangelización, que ha tenido evidentes resultados. Así en 2010 había 47 parroquias en el territorio de la prelatura, 9 casi parroquias y 425 capillas.
El 20 de diciembre de 1996, con el decreto Nupera urbs, de la Congregación para los Obispos, la sede prelaticia fue transferida de Chetumal a Cancún y la prelatura asumió el nombre actual, de Cancún-Chetumal. En 2004 Mons. Pedro Pablo Elizondo, LC, sucedió a Mons. Jorge Bernal como obispo de la prelatura. En el libro Una iglesia de corazón misionero. Libro de nuestra historia, editado en el 2010, Mons. Pedro Pablo expresa su deseo de que se desarrolle la misión actual de la comunidad diocesana de Cancún-Chetumal con las siguientes palabras:
«Necesitamos renovar y transformar cada parroquia en casa y escuela de comunión, de oración y de misión, impartiendo permanentemente cursos de Biblia, de Catecismo y de Doctrina social (…). Que nuestra principal estrategia pastoral sea el testimonio de una vida santa, entregada sin reservas, desgastada al servicio alegre e incansable a nuestros hermanos».
Años 90
El empeño en la formación sacerdotal
El artículo 2 de las Constituciones de 1983 preveía que la Congregación podría realizar obras destinadas a la atención de los sacerdotes diocesanos. En 1985 nació el Centrum pro educatoribus seminariorum, que tenía la misión expresa de trabajar con este fin. Por otro lado, en 1990 se fundó la Academia Regina Apostolorum, que comenzó a organizar cursos anuales sobre orientaciones de la Iglesia en la formación sacerdotal.
En 1990 se tuvo en el Vaticano la VIII Asamblea General de los obispos que, según las intenciones de san Juan Pablo II tenía la tarea de profundizar en el tema de «la formación sacerdotal en las circunstancias actuales». En la exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis, del 25 de marzo de 1992, el papa explicó la importancia de la misión:
«la Iglesia se siente llamada a revivir con un nuevo esfuerzo lo que el Maestro hizo con sus apóstoles, ya que se siente apremiada por las profundas y rápidas transformaciones de la sociedad y de las culturas de nuestro tiempo así como por la multiplicidad y diversidad de contextos en los que anuncia y da testimonio del Evangelio, también por el favorable aumento de las vocaciones sacerdotales en diversas diócesis del mundo, por la urgencia de una nueva verificación de los contenidos y métodos de la formación sacerdotal, por la preocupación de los obispos y de sus comunidades a causa de la persistente escasez de clero, y por la absoluta necesidad de que la nueva evangelización tenga en los sacerdotes sus primeros “nuevos evangelizadores”».
Colegio Internacional Maria Mater Ecclesiae
Los trabajos del Sínodo fueron el preludio del nacimiento de dos importantes obras de apostolado de la Legión de Cristo. El 8 de abril de 1991, la Congregación para la Educación Católica aprobó la fundación del Colegio Internacional Maria Mater Ecclesiae dedicado a la formación de los formadores diocesanos. Las palabras introductorias del texto del decreto de erección, firmado por el Card. Pio Laghi, coincidían con las intenciones del Santo Padre: «todos los pastores y los fieles están firmemente persuadidos de que la suerte de la futura evangelización y de la vida cristiana universal dependen en gran parte de una buena formación sacerdotal».
Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (1993)
De hecho muchos obispos, en especial de América Latina, habían expresado previamente la necesidad de contar con un colegio en Roma donde pudieran enviar los propios seminaristas destinados a ser rectores, formadores o directores espirituales y la Legión de Cristo se ofreció a construirlo. Dos años después, el 25 de marzo de 1993, la Congregación para la Educación Católica erigía canónicamente también el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, institución académica con facultades de teología y de filosofía, que abría sus puertas con 350 alumnos de 26 nacionalidades diversas.
Sin duda, la experiencia viva de la enseñanza ha hecho crecer y madurar el nivel académico de la Congregación en su conjunto. Como coronamiento de este camino, san Juan Pablo II nombró al P. Francisco Mateos, LC, consultor ad quinquiennium de la Congregación para la Educación Católica.
En los años sucesivos, el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum ha continuado su proceso de institucionalización consiguiendo la aprobación definitiva de los Estatutos Generales por parte de la Congregación para la Educación Católica.
Italia, 1992: el P. Francisco Mateos, LC, y el Card. Pio Laghi durante uno de los primeros cursos para formadores de seminaristas diocesanos organizado por la Academia Regina Apostolorum
Roma, Castel di Guido, 1993: foto de grupo de los superiores y de los seminaristas diocesanos del Colegio Internacional Maria Mater Ecclesiae.
Roma, años 90: en primer plano la sede del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum y atrás el Centro de estudios superiores, Colegio de los Legionarios de Cristo en Roma.
Italia, Leggiuno, julio de 2007: foto de un grupo de los 82 sacerdotes provenientes de 40 naciones diversas que participaron en el XVII Curso internacional para formadores de seminarios.
Esta sección ha sido tomada de la publicación «Historia Institucional de la Congregación de los Legionarios de Cristo y del Movimiento Regnum Christi» (2015) a cargo del Archivo Histórico General de la Legión de Cristo y del Regnum Christi y publicada con ocasión del 75° aniversario de la Congregación.
Textos: Salvatore Luciano Bonventre | Traducciones: P. Gonzalo Franco, LC | Selección de fotografías: Salvatore Luciano Bonventre y Luigi Baldassarri | Coordinacción: P. Jaime Rodríguez, LC y P. Rodrigo Ramírez, LC