«Cristo está en la Eucaristía y en la Palabra» — Cuatro legionarios de Cristo que han recibido el Lectorado nos comparten
Durante el mes de mayo, 31 legionarios de Cristo estudiantes de Teología en Roma han recibido el ministerio del Lectorado: un paso más hacia su ordenación sacerdotal. Un ministerio es una misión que se ejerce en representación de alguien, y en este caso es Cristo quien escoge sus ministros para que proclamen y sean custodios de su Palabra.
El Lector tiene el ministerio de leer la Palabra de Dios en las celebraciones litúrgicas, pero la Iglesia también le pide “educar en la fe a los niños y a los adultos; prepararlos para recibir dignamente los sacramentos, y anunciar la Buena Nueva de la Salvación a los hombres que aún la ignoran”.
Los religiosos provienen de 12 países, y entre ellos hay tres españoles: Manuel Frutos, Santiago Vázquez y Pablo Lorenzo Penalva, así como Michael Canzian, que hizo sus prácticas apostólicas en Madrid. La oficina de comunicación del Regnum Christi en España habló recientemente con ellos, y nos han contado, entre otras cosas, la responsabilidad que supone este paso: no es un servicio para hacer algo “bonito”, sino que “requiere haber vivido la Palabra de Dios antes, en tu corazón, en la oración, con el Señor”.
Son cuatro experiencias de vida diferentes que llegan a coincidir en lo fundamental: un encuentro con Cristo apasionante. El H. Pablo Lorenzo Penalva es de Barcelona y tiene 29 años. Estudió en el colegio Real Monasterio de Santa Isabel y las primeras veces que leía en Misa, en el ECYD o en el Regnum Christi, “fueron experiencias que me ayudaron a dar el ‘sí’ cuando sentí Su llamada para seguirle más de cerca”. Por su parte, el H. Manuel Frutos es un murciano de 43 años que “de conocer el RC pasé a participar en el RC, de participar en el RC pasé a incorporarme, y después, seguramente cuando el Señor ya había trabajado bastante, sentí una llamada de entrega radical a través del sacerdocio en la Legión de Cristo”.
Por su parte, el H. Michael Canzian tiene 28 años y es del noreste de Italia. Conoció a los legionarios gracias a su madre, que le invitó a un grupo de oración: “En esta experiencia se me quitó la idea de que los que rezaban eran… ‘unos pringados’, ya que la felicidad que veía en la gente me impresionó mucho”. Después conoció a un legionario español que hablaba en ‘itañol’: “Su homilía fue breve, divertida y me dejó algo”. Y su vida cambió. El H. Santiago Vázquez es un madrileño de 26 años. Al Regnum Christi y a los legionarios los conoció en Everest School Monteclaro cuando llegó allí en 4º de primaria.
“Dios, con su Palabra, siembra mi tierra”
Para abrir la conversación hemos querido llegar al corazón de los hermanos preguntando: “¿Qué supone para ustedes recibir este ministerio?”. El H. Pablo abre la conversación explicando que “ha supuesto un paso más hacia la ya ordenación sacerdotal. Es un paso que exige una mayor responsabilidad y con ello un deseo de dejarme transformar más y mejor por Cristo”. Y en esta misma línea, el H. Michael concreta que “es una oportunidad para interiorizar lo que va a ser fundamental para tu vida: dejar que Dios con su Palabra siembre la tierra de tu vida, la empape, la fecunde para que pueda dar fruto para las personas que pone en tu camino, para que sea fuente de semilla para los demás”.
dejar que Dios con su Palabra siembre la tierra de tu vida.
El H. Santiago mira hacia dentro: “Es un regalo inmerecido de Dios y una invitación fuerte para seguir profundizando más y más en el estudio y en la oración con la Palabra de Dios”. Por su parte, el H. Manuel resalta otro aspecto: “La gran confianza de la Iglesia al otorgarme de forma estable un ministerio sagrado y vital dentro de la comunidad cristiana: proclamar la Palabra de Dios, un mensaje fundamental para la vida de la Iglesia que es el alimento espiritual de la asamblea eucarística”.
Cristo presente en la Eucaristía y en la Palabra
Mientras continúa la conversación, este enfoque ha puesto encima de la mesa otro tema: el de la importancia de la proclamación de la Palabra de Dios en la Misa, un momento que para muchas personas parece ser secundario frente a otros como la Comunión. Es el mismo H. Manuel el que pide que haya buenos Lectores en las misas “para que aquello que leemos y escuchamos en la Escritura se ponga por obra”. Y lo justifica con la bendición que recibieron cuando fueron instituidos Lectores: “Bendice a estos Lectores, que al proclamar tus palabras de vida, fortalezcan su fe para que puedan leer con convicción y audacia, y para que puedan poner en práctica lo que leen”.
El H. Michael exclama que “¡la Misa es un misterio de salvación… y esto es precioso! Vivir la Misa como hombre salvado, redimido, donde te alimentas de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo. Él está presente realmente tanto en las especies Eucarísticas como en su Palabra”. Y nos pone un ejemplo para ilustrar el valor de las lecturas de la Misa: “Me impactó mucho ver, en el Centro Aletti, de Rupnik, en Roma, el ambón frente al altar, como comunicándose: así uno puede experimentar que el Verbo, la Palabra, se hace carne”. Por eso, “es importante que quien vaya a leer sea consciente que está proclamando la Palabra de Dios -añade el H. Pablo- y que la proclama a una asamblea: cuanto mejor se proclame, mejor será recibida”.
La Palabra afecta a quien la escucha
El hilo de la tertulia cambia con este último comentario sobre el carácter apostólico del ministerio, pues el H. Canzian pide que entendamos que no es un servicio para hacer algo “bonito”, sino que “requiere haberla vivido antes, en tu corazón, en la oración, con el Señor”. Y así, desde esta experiencia, la Palabra se convierte en evangelizadora: “Es un envío para predicar la Palabra de Dios, que me gusta sintetizarlo en ‘ser custodio y apóstol al servicio de la Palabra”.
El Lectorado es “el servicio de prestar los labios a Dios para que se comunique con su pueblo”, afirma taxativamente el H. Manuel. Y para proclamar la Palabra de Dios con eficacia, “el Lector debe entender el significado del pasaje, y que lo que se proclama en las lecturas está destinado a afectar a los que las escuchan para que se esfuercen por adecuar su vida a lo que se celebra y, a cambio, llevar a la liturgia todo lo que hacen en la vida”.
El Lectorado es “el servicio de prestar los labios a Dios para que se comunique con su pueblo”.
El H. Santiago interviene en este momento para advertir que “faltan Lectores que preparen a los niños y a los adultos para recibir dignamente los sacramentos -que como hemos visto es parte de la misión del Lector-, y falta tomar conciencia de que el ambón no es un mueble que facilita la lectura, sino la sede de la Palabra de Dios, porque Dios no reside sólo en la Eucaristía, también reside en su Palabra y por eso su Palabra es viva y eficaz”.
Dios no reside sólo en la Eucaristía, también reside en su Palabra y por eso su Palabra es viva y eficaz.
La comunidad debe elegir a los que proclaman la Palabra
Hablar de este servicio, que es claramente evangelizador, tiene sentido con seminaristas, pero surge un nuevo tema en esta tertulia de jóvenes teólogos: “¿Qué pasa con los laicos que también leen las lecturas de la misa como ustedes, en qué se diferencian unos y otros?”.
El H. Santiago ahonda en lo fundamental: “Todo Lector seminarista o laico debe amar, conocer y profundizar en la Palabra de Dios, pero el seminarista sabe que el ministerio del Lectorado es sólo una degustación, una parte de lo que es el don del sacerdocio. Recibir el Lectorado en clave sacerdotal marca la diferencia”. El H. Pablo lo expresa de esta forma: “En la práctica no hay diferencia, pero a los seminaristas nos ayuda a tener mayor conciencia y mayor contacto con lo sagrado”. Y es que la persona que tiene el ministerio respecto a una que no lo tiene, aporta el H. Michael, es que “el ministro tiene una bendición especial y específica de realizarlo en nombre de la Iglesia”.
El seminarista sabe que el ministerio del Lectorado es una degustación, una parte de lo que es el don del sacerdocio.
Cuando ya estamos concluyendo, el H. Manuel abre una nueva perspectiva: “La celebración litúrgica es una acción sagrada, sí, pero no sólo del clero, sino de toda la asamblea. Se trata de una acción comunitaria. Por eso es natural que las tareas no propias para los ministros ordenados sean cumplidas por los fieles laicos”. Y también aclara una praxis de la Iglesia: “No todos pueden ser llamados a este ministerio, por eso cada comunidad debe discernir sobre aquellos que verdaderamente tienen el don de este ministerio, que están verdaderamente cualificados y cuidadosamente preparados, que son hacedores de la palabra, no tan solo escuchas”, subraya. Por lo tanto, “la diferencia no se encuentra tanto en el estado de vida, sea laical o consagrado, sino en la vocación concreta que se tiene dentro de la comunidad para hacer llegar al resto la Palabra de Dios”, concluye.