La cruz es signo de victoria

El director general envía una carta a los legionarios de Cristo en la Solemnidad de la Virgen de los Dolores sobre la cruz en la vida religiosa en la que anima a todos a ver en la cruz un instrumento de identificación profunda con Jesucristo y de fecundidad apostólica.

¡Venga tu Reino!

15 de septiembre de 2016

Solemnidad de la Virgen de los Dolores

 

A todos los Legionarios de Cristo,

 

Muy queridos padres y hermanos,

Ayer fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz estaba quejándome un poco interiormente por las propias dificultades, pero sobre todo, por las dificultades que no pocos de ustedes tienen en el seguimiento de Jesucristo en la vida religiosa. Pedía a Dios me iluminase, y terminé meditando sobre la forma amorosa y convencida con la que Cristo tomó su propia cruz: la voluntad del Padre para Él, la razón por la que vino al mundo, el instrumento de salvación. La Iglesia celebra la fiesta del triunfo de la Cruz. La vida del religioso no es triunfar sin cruz, sino vencer con la cruz a cuestas.

Durante la mañana de ayer tuvimos un retiro con los consejeros generales y con los directores territoriales de legionarios, consagradas y consagrados. Lo predicó el P. Germán Arana, S.J. y en la homilía con mucha elocuencia nos hacía ver que para nosotros la Cruz es signo de victoria. Nos invitaba a tomar la cruz y seguir a Cristo. Ese es el signo que nosotros, como religiosos, ofrecemos al mundo.

Quisiera que pidamos hoy a la Virgen de los Dolores por todos los legionarios, consagrados y consagradas que llevamos la Cruz, que estamos con Cristo en el Via Crucis, acompañándolo en la realidad de nuestra vida o en lo que sentimos en nuestro corazón en alguna de sus tres caídas. La dificultad de amar a Jesucristo en estas circunstancias, cuando tal vez hemos caído, es mucho mayor. Podría incluso parecer que Dios nos pide no levantarnos. En la oscuridad podríamos llegar incluso a pensar que Él nos pide abandonar la lucha y seguir otro camino. ¡Cómo cuesta ver hacia delante y hacia el cielo cuando estamos tirados! Parece mucho más simple mirar hacia los lados. El misterio pascual es sufrimiento, cruz, muerte y resurrección. La salvación es morir con Cristo, crucificar al hombre viejo y resucitar con Cristo a una vida nueva, llena de esperanza.

Los animo a todos a ver con fe a Jesucristo resucitado pero con las llagas de la pasión abiertas. Tocar sus llagas y tocar las nuestras. La abnegación, la renuncia, el dolor, la oscuridad, la frustración, el desengaño, la infidelidad, el pecado, la lucha, las recaídas, la falta de frutos, los fracasos, el ser ignorados, la falta de reconocimiento, las diferencias de opinión que nos duelen, etc., y más… pueden ser todas manifestaciones de la cruz para nosotros. Nos hacen sufrir, tal vez mucho. Pero ante todo esto, que Jesús conoce, nos invita inequívocamente a unirnos a Él. “Venid a mí todos los que estáis cargados y agobiados, y yo os aliviaré… mi carga es ligera…” (Mt 11, 29-30).

Jesucristo tres veces anunció su pasión y resurrección. Tres veces cayó y se levantó. Setenta veces siete nos pide perdonar y perdonarnos (Mt 18, 22). Y a los que nos llama a seguirlo más de cerca, a los que aspiramos a identificarnos con Él, nos regala la cruz. San Pablo es elocuente. Su gloria es la cruz (Gal 6, 14). Su aspiración completar en su vida lo que falta a la cruz de Cristo por su Iglesia (Col 1, 24).

Tenemos que pedir unos por otros, pero pedir sobre todo por los que en la dificultad o en la caída, cierran los ojos del alma y pierden la visión sobrenatural de su propia vida y del seguimiento cercano de Cristo. No podemos olvidar que la cruz no es sólo un lugar privilegiado de conocimiento y unión con Cristo, sino también de identificación profunda con Él y de fecundidad apostólica.

La Santísima Virgen de pie, frente a Jesucristo crucificado, sufre con Él y con nosotros, pero nos ve ahí, se apiada de nosotros y nos acoge. Nos cuidará siempre como le ha pedido su Hijo. Ella es nuestra madre, madre de misericordia en la que podemos confiar.

Les ofrezco mis oraciones y sacrificios y les pido que me encomienden como hermano que comparto las mismas dificultades y pruebas, afectísimo en Cristo y la Legión,

P. Eduardo Robles-Gil, L.C.