¡Nunca fue tan fácil ganarse el cielo!

El 16 de octubre el papa Francisco canonizó a José Sánchez del Río, mártir y patrono del ECYD, al mártir Salomón Leclercq, al obispo español Manuel González García, a la carmelita francesa Isabel de la Trinidad, al sacerdote argentino José Gabriel del Rosario Brochero y a los sacerdotes italianos Lodovico Pavoni y Alfonso María Fusco en una ceremonia en la Plaza de San Pedro a la que acudieron unos 70 mil fieles de diversas partes del mundo. Estuvieron presentes miembros del ECYD y del Movimiento de Roma y de varios países del mundo. 

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José Sánchez del Río nació el 28 de marzo de 1913 en Sahuayo, Michoacán, México. Cuando en 1926 estalló la «guerra cristera», sus hermanos se unieron a las fuerzas rebeldes al régimen violento y anticristiano que se había instaurado en el país. También José se unió a los cristeros diciendo a su madre: «Nunca ha sido tan fácil ganarse el cielo, y no quisiera perder la ocasión».

En Sahuayo el catolicismo era muy activo y por esta razón el movimiento de los Cristeros estaba muy arraigado. Los sacerdotes que vivían como clandestinos se quedaron en Sahuayo durante toda la persecución, sin abandonar jamás a su grey, celebrando la Eucaristía en secreto y administrando los sacramentos, de los que el joven José participaba asiduamente. En esos años, se hablaba con frecuencia de los primeros mártires cristianos y muchos jóvenes estaban deseosos de seguir sus huellas.

El 25 de enero de 1928, en el curso de una violenta batalla, José fue capturado y llevado a su ciudad natal, donde fue encarcelado en la iglesia parroquial, que había sido profanada y devastada por los federales. Le hicieron la propuesta de huir para evitar la condena a muerte, pero él la rechazó.

Durante su detención, y con el fin de hacerlo renegar de su fe para que pudiera salvarse, fue torturado y obligado a asistir al ahorcamiento de otro muchacho que estaba prisionero con él. Le desollaron las plantas de los pies y lo obligaron a caminar hasta el cementerio. Allí, puesto ante la fosa donde sería enterrado, lo apuñalaron sin darle muerte, pidiéndole de nuevo que renegara de su fe. Pero José, cada vez que lo herían, gritaba: «¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!». Por último, fue ejecutado con un disparo de arma de fuego. Era el 10 de febrero de 1928. Tenía casi 15 años de edad. Tres días antes había escrito a su madre: «Resígnate a la voluntad de Dios. Yo muero contento porque muero al lado de Nuestro Señor».

En el año 2005 fue beatificado por el Papa Benedicto XVI.