«Una bofetada de fe, de las buenas…» – P. Juan Ramón de Andrés, LC

Recientemente me operaron de la espalda. Mi Superior me dijo que en esta Seamana Santa 2018 podría quedarme en Caracas, y desde nuestra casa, atender a una zona muy pobre, Turgua, a unos 50 minutos en coche. Así lo planeamos “para tener unas misiones más tranquilas”.

Desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección fui y regresé todos los días a Turgua. Los primeros tres días el trabajo fue tan intenso que desde las 8 am hasta las 8 pm sólo pude tomar un sencillo bocadillo (eso sí, era de chorizo de Segovia, que mis padres me habían mandado y que guardaba “para ocasiones especiales”… ¡me supo a gloria!) Visité a varios enfermos, metidos, literalmente, en la jungla, para darles la eucaristía y la unción de los enfermos. Confesiones durante varias horas seguidas. Dos, tres misas, todos los días, en comunidades muy pobres y escondidas en las montañas. Pero… ¡con qué alegría y anhelo esperaban la llegada del sacerdote, porque él les traía a Cristo!

En su pobreza material mostraban una riqueza espiritual inmensa. Ya quisiera yo ese tesoro para mí, o para las personas con quien trato a diario en la capital de Caracas. Es verdad, estaban felices con algún detalle material… les llevaba -siempre que podía- alguna galleta, un flash (esos tubos congelados de colores y sabores diferentes), el domingo les di unos chocolates (que una señora me trajo de Estados Unidos) y… ¡saltaban de alegría, niños, adultos y viejitas! (Hasta las ancianas rebuscaban entre los chocolates y cogían uno, y luego, lo cambiaban por otro que les gustaba más… como niñitas, porque “hacía años que no comían un chocolate”).

Pero era palpable su sed de Dios, su amor a Dios, su deseo de acompañar a Jesús Crucificado -Su Nazareno-, y a María Santísima. Les relato sólo un caso que me impresionó mucho: María Angeles caminaba todos los días una hora (de 2 a 3 pm), bajo un sol implacable, con una niñita de 9 años, con otra de 7 años, y con otra de nueve meses en sus brazos… ¡para ir a misa! Todos los días. ¿Saben cuántos años tiene María Angeles? ¡Tiene apenas 12 años! Es la hermana mayor que cuida de las otras tres porque su mamá está en Caracas y sólo le dan dos días libres. Todos los días, una hora de ida, otra hora de vuelta, con una bebé en sus brazos y dos pequeñitas qué cuidar… para recibir a Jesucristo en su corazón. Yo pensaba en la gente de la ciudad, que cada domingo tienen 4, 5 opciones de misa, a pocos minutos de sus casa en coche… y muchas veces no van “porque están cansados” o “porque no les provoca”, o nunca visitan a Cristo en la Eucaristía “porque está muy lejos”. Y pensaba en mí mismo, que tan cerca a Jesucristo Eucaristía, en mi propia casa.  Una bofetada de fe, de las buenas… ¡Aumenta, Señor, mi fe en la Eucaristía! ¡Que crea, de verdad, que Tú estás ahí, esperándome, para abrazarme! ¡Que te visite más a menudo! ¡Que te reciba todos los días con verdadera fe, con una profunda alegría!