Cuando Dios llama, se percibe en el corazón la invitación hacia un estilo de vida que requiere de discernimiento, para ver primero si Dios está llamando y, luego, para saber a dónde está llamando.
Como toda vocación, el llamado a formar parte de la Legión de Cristo es una invitación gratuita de Dios. San Juan Pablo II dijo que la vocación es un «don y misterio», pues es Dios quien llama a quien Él quiere, cuando Él quiere y a donde Él quiere. La oración, la recepción asidua de los sacramentos, la lectura de la Palabra de Dios y la dirección espiritual son medios muy adecuados para descubrir la propia vocación.
«Dios nos llama a pertenecer a la Iglesia y, después de madurar en su seno, nos concede una vocación específica», la vocación nace en la Iglesia, crece en la Iglesia y está sostenida por la Iglesia (Papa Francisco cf. Mensaje para la 53 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones).
La respuesta a este llamado nace de la generosidad del corazón en un ambiente de libertad interior.
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