«Llamados a impulsar el carisma que Dios nos ha confiado»

El pasado viernes, 9 de julio, el P. Sylvester Heereman, LC explicó en el centro de estudios superiores de Roma el contenido del capítulo VII del documento base para las reflexiones de los miembros del Regnum Christi durante este período, en el que se aborda el tema del gobierno y lugar de los miembros de 1º y 2º grado en la estructura canónica del Regnum Christi.

En este contexto, se ha entrevistado a uno de los miembros de la Comisión central, el Dr. Stefano De Pasquale Ceratti, nacido en Roma hace 39 años, casado y con dos hijos. Es médico cirujano especialista en medicina legal. Se incorporó al Movimiento Regnum Christi en 1998 y al segundo grado en 2002. Ha sido responsable de equipo y de grupo en la sección de jóvenes de Roma. Fue uno de los fundadores de Juventud Misionera en su ciudad. También ha organizado apostolados como Angelo per un Giorno y Gente Nuova en Roma. Fue secretario general de la Universidad Europea de Roma desde su fundación hasta el 2008 en donde continúa colaborando como docente de medicina legal. Desde el año 2008 trabaja para la Santa Sede en el Pontificio Consejo para los Laicos como responsable de la sección Asociaciones y Movimientos Eclesiales.

Stefano, tú has vivido el proceso de renovación de los miembros de 1º y 2º grado desde la Comisión central para la revisión del Estatuto. ¿Cuál ha sido tu experiencia estos meses?

Me gustaría describir mi experiencia en la Comisión central con tres palabras: servicio, enriquecimiento y gracia. Ha sido una manera especial de ofrecer un servicio al Regnum Christi, que, aunque modesta, espero sea útil. La dimensión de servicio es para mí una respuesta a tanto bien que yo he recibido de parte del Movimiento en mis casi veinte años de pertenencia a él. Ha sido también un enriquecimiento personal especialmente en la medida en que he podido compartir estos momentos históricos y escuchar al Espíritu Santo junto con otros hermanos y hermanas que compartimos la misma experiencia carismática en diferentes estados de vida y formación: consagrados, consagradas, hermanos y sacerdotes legionarios de Cristo. Finalmente, una gracia. No sé por qué se me dio esta oportunidad a mí, pero la he considerado bajo una perspectiva providencial. La llevo en mi corazón como algo importante en mi historia personal y en el camino que estoy recorriendo en el Regnum Christi. Por todo esto considero fundamental decir a todos los que lo han hecho posible: ¡Gracias!

Hablas de momentos históricos para el Movimiento. ¿Es realmente tan importante este proceso de renovación?

¡Por supuesto! Es importante porque, como su nombre indica, se trata de una renovación. Ante todo una renovación personal, más que de estructuras. Necesitamos renovar el corazón de cada uno de nosotros, nuestra fe, de nuestra relación con Cristo y nuestro celo apostólico. Lo considero parte esencial del proyecto de reforma que el Papa Francisco propone a la Iglesia y a todo cristiano. En el fondo, todo bautizado vive en un proceso de revisión y renovación constante, de volver a sus raíces, a la pila bautismal y esto es precisamente la conversión. Cuando a la Madre Teresa de Calcuta le preguntaban qué debía cambiar en la Iglesia, ella respondía: «en primer lugar, dos cosas: ¡tú y yo!»

¿Qué aporta este proceso a los miembros de 1º y 2º grado y qué aportación están haciendo a todo el Movimiento?

Nosotros, los miembros de primero y segundo grado del Regnum Christi, estamos llamados a impulsar el carisma que Dios nos ha confiado para bien de la Iglesia en el mundo actual, y específicamente en la realidad social, familiar y laboral en la que nos encontramos cada día. El proceso de renovación no tendría ningún sentido si no lleváramos la novedad del Evangelio a las periferias existenciales del hombre, a tantos hermanos que esperan descubrir a Cristo nuestras palabras y nuestras obra. Benedicto XVI dijo que los laicos estamos llamados a ser taladores de sicomoros, capaces, si actuamos de acuerdo a nuestra vocación, de dar frutos sabrosos a este mundo que, lamentablemente, ofrece muchos frutos, pero sin sabor. Este proceso es para nosotros, miembros de primero y segundo grado, una gran oportunidad para mirar hacia atrás y a nuestro interior, pero sobre todo, como dice el Papa Francisco, para dejarnos mirar por Dios. Queremos así tomar conciencia de nuestra vocación y misión y preguntarnos si estamos realmente dispuestos a continuar este camino al cual el Señor nos ha llamado y que ahora exige un mayor compromiso y requiere de una mayor responsabilidad por nuestra parte.

¿Cuáles crees que son los retos más importantes que los miembros de 1º y 2º grado deben afrontar en este momento de cara al proceso?

Para mí, el reto más importante para nosotros es tomar mayor conciencia de nuestra identidad como cristianos, bautizados y miembros del Movimiento. El cumplimiento de nuestra vocación pasa necesariamente por este arduo camino de renovación: ¿quiénes somos?, pero sobre todo: ¿qué espera Dios de nosotros? De ahí se sigue el reto de la responsabilidad, es decir, asumir nuestro papel dentro de la familia del Regnum Christi junto con los legionarios, consagradas y laicos consagrados. Nos toca asumir con ellos las alegrías y dificultades de este camino espiritual que el Señor nos ofrece en el Movimiento, que es un camino de radicalidad evangélica. Todo el resto: las cuestiones prácticas, reglamentos, modalidad canónica de nuestra pertenencia al Movimiento como miembros seglares, etc., se resolverán con el tiempo, paciencia, abnegación y, por supuesto, con la ayuda de Dios.

Algunas personas han manifestado a la Comisión su inquietud porque los Estatutos vigentes, aprobados en 2004, tienen una ambigüedad sobre el modo de pertenencia de los miembros laicos desde un punto de vista canónico. Dado que trabajas en el Pontificio Consejo para los Laicos y tratas con frecuencia aspectos técnicos, ¿nos puedes explicar a quienes no somos especialistas en qué consiste esta problemática y cómo conviene afrontarla?

El problema es efectivamente de carácter técnico, pero tiene implicaciones para la vida de los miembros y para la redacción de un Estatuto general que nos ayude a custodiar y desarrollar el carisma que Dios ha dado a la Iglesia a través del Movimiento. La Iglesia reconoce el derecho natural de los fieles a asociarse. Reconoce también diversos modos de participar o ser miembros de una asociación de fieles como es el Regnum Christi.

Aunque sea una simplificación, podemos decir que existen dos maneras posibles por las que un católico podría formar parte del Movimiento: la asociación y la afiliación. Por los dos modos las personas son igualmente miembros y participan de la espiritualidad y apostolado del Regnum Christi. Sin embargo, por la asociación, son miembros que asumen derechos y responsabilidades propios, entre los que está una participación estable en la dirección y gobierno del Movimiento. En cambio, por la afiliación, los miembros participan del espíritu y carisma del Movimiento, pero no se asumen responsabilidades especiales para el gobierno del mismo, aunque pueden, según se establezca en el estatuto, ser invitados a participar y asumir posiciones de liderazgo en el Movimiento.

La ambigüedad que correctamente señalan algunas personas está en que los Estatutos vigentes dicen que los miembros son asociados. Sin embargo, en la práctica, hemos sido más bien afiliados hasta ahora, pues los mismos Estatutos no prevén una participación de derecho en ciertos organismos de decisión, aunque en la práctica sí seamos invitados a formar parte, como yo en esta comisión, o Francisco Gámez en el Comité directivo general del Movimiento, o tantos directores de sección y coordinadores locales de apostolado laicos que hay en el mundo.

Lo que la Comisión central pretende es escuchar lo que los miembros de 1º y 2º grado expresen sobre su modo de pertenencia, tal y como lo han vivido y como creen que el Espíritu Santo los lleva para bien del Movimiento, de su unidad y desarrollo apostólico.

Pero, ¿qué impacto tiene esto en nuestra vida?

Si me permite, usaré una imagen que puede iluminar lo que quiero decir, bien consciente de que no se aplica plenamente. Durante muchos años hemos vivido en la práctica, y desde un punto de vista jurídico, como colaboradores de la misión de la Legión de Cristo y juntos hemos hecho grandes cosas para la evangelización. Nos hemos beneficiado de la entrega y de la formación de muchos legionarios y también de miembros consagrados que nos han transmitido el carisma y nos han ayudado a encontrarnos con Cristo para ser sus apóstoles. No pienso, en absoluto, que esto haya sido un error. Lo veo como un proceso de crecimiento: un niño tiene necesidad en los primeros años de sus padres y depende de ellos en todo. Después va creciendo y empieza él mismo a contribuir de manera importante a la familia aportando su especificidad y a participar de las alegrías y las penas.

La reflexión sobre nuestra vida asociativa en el Movimiento nos ayudará a reflexionar delante de Dios para que Él nos muestre dónde debemos colocarnos los laicos y en qué forma podemos contribuir mejor al cumplimiento de la misión. Esto nos llevará a asumir más responsabilidades y contribuir de un modo más participativo con los demás miembros del Movimiento: legionarios, consagradas, laicos consagrados. No se trata de algo político, sino de maduración eclesial, como nos pidió Juan Pablo II a todos los movimientos eclesiales en Pentecostés de 1998.

¿Percibes un interés por parte de los legionarios, consagradas y consagrados y por los mismos laicos en el proceso?

Tengo que ser sincero. Sí lo veo en muchos, pero también percibo cierto cansancio en otros. En primer lugar veo la pasión y la entrega de los demás miembros de la Comisión central y de muchos en las comisiones territoriales. No sólo eso, percibo una gran valentía, sobre todo por parte de la Legión en general y del P. Eduardo en particular, en su deseo de continuar este camino confiando tanto en nosotros, miembros de primero y segundo grado.

También sé que algunos son escépticos, no acaban de entender el proceso o la necesidad de compartir plenamente el carisma con los miembros de primero y segundo grado. Incluso he encontrado a quien a priori desconfía del proceso sin haber leído los documentos que hemos enviado y que podrían dar luz. Pero debo decir que los comprendo. No siempre el futuro es claro y esto puede causar temor.

Pero sí estoy seguro de una cosa: el Señor nos llama a afrontar este proceso de renovación juntos, como comunidad, así como llama a la Iglesia a renovarse a sí misma como pueblo de Dios, sea cual sea nuestro estado de vida: laicos, consagrados laicos, religiosos, sacerdotes. Este gran desafío que Dios pone ante nosotros, o lo afrontamos y vencemos juntos, o todos perderemos.

Creo que es especialmente cierto para nosotros lo que el Papa Francisco dice en el número 113 de la Evangelii Gaudium: «nadie se salva solo». ¡Dios nos llama como pueblo! Hoy Dios nos está llamando en el Regnum Christi como comunidad, todos juntos, a pesar de que somos diferentes y a veces nos resulte difícil ponernos de acuerdo, como en cualquier familia. Debemos responder con unidad, con caridad y con el más profundo sentido de pertenencia a una comunidad, lo que llamamos en la Iglesia comunión, que se realiza siempre en la verdad.

¿Te gustaría decir algo a los legionarios, consagradas y laicos consagrados en cuanto a su participación en esta etapa de discernimiento de los miembros de 1º y 2º grado en la que ahora estamos?

Por supuesto: ¡Nos necesitamos unos a otros, como una familia! Nosotros, miembros de primero y segundo grado, necesitamos de ustedes, de su presencia, de su cercanía, de su amistad en Cristo. Estoy casado y tengo dos hijos. Sé lo difícil que es en una familia, en nuestra diversidad, permanecer unidos y amarnos unos a otros en los momentos oscuros. Pero mi vida y existencia no tiene sentido sin mi esposa y mis hijos. Incluso si peleamos, incluso cuando nos equivocamos y hasta nos herimos. De la misma forma, yo soy un miembro de segundo grado del Regnum Christi, pero no siento que mi llamada tenga sentido, que mi identidad y misión puedan existir, sin los legionarios, consagrados, consagradas, miembros de primer grado, y sin la ayuda, el apoyo, la oración y el amor de cada uno de ustedes. ¡Avancemos juntos! ¡Estoy seguro de que Dios nos ayudará y que descubriremos juntos la alegría del Evangelio!

¿Hay alguna otra cosa que te gustaría decir?

Nos espera un Pentecostés especial, que será la celebración del 75º aniversario de la fundación de la Legión, el año del Jubileo de la Misericordia, la ocasión de nuestra primera convención internacional. Tenemos un largo camino por recorrer, pero este año que está por venir será un paso importante del camino. Oremos y participemos todos en este tiempo en el que Dios se hace presente de una manera especial en nuestras vidas.

Pentecostés es la fiesta de todos los carismas suscitados por el Espíritu Santo. Nuestra convención internacional será una oportunidad extraordinaria de renovación. Recuerdo que una de las delegadas de los 38 miembros del primero y segundo grado del Regnum Christi que representaron a todo el Movimiento al inicio de este proceso, participando en una reunión de tres días para el estudio de los Estatutos, dijo: «Pensé que había venido para examinar los Estatutos; pero en cambio, hablando con ustedes, orando juntos ante el Santísimo Sacramento, me parece haber participado en el más hermoso triduo de renovación de los que he participado en el Regnum Christi». ¡Abramos nuestros corazones al Señor y Él nos recompensará! ¡No nos dejemos robar esta gran oportunidad, todos juntos, en comunión fraterna!